La lectura del evangelio de este domingo (Mt 5, 13-16) comienza diciendo: "Ustedes son la Luz del mundo". Esto nos da dos coordenadas importantes: por una parte sabemos que está hablando a los mismos que escuchaban las bienaventuranzas; esto quiere decir que ese "ustedes", es una invitación a los pobres, a los mansos de corazón, a los misericordiosos, a los que trabajan por la justicia y que son perseguidos por causa de Jesús. En sentido más amplio, podemos decir que está dirigido también para nosotros. Una segunda coordenada es el sentido comunitario del "ustedes": estamos llamados a una misión, pero ésta no la hacemos solos sino en comunidad.
Veamos ahora el texto: Jesús afirma a sus discípulos y a quienes lo escuchan, que son luz del mundo y sal de la tierra, y luego lo explica diciendo que una ciudad no se puede ocultar si está sobre una montaña, y que una lámpara no se enciende para ocultarla, sino para iluminar. Así también la Iglesia y todos los cristianos estamos llamados a iluminar el mundo, y a darle sabor. Estamos conscientes de que estamos llamados por el mismo Señor a hacerlo presente en todos los ambientes, porque estamos convencidos de que Jesús es la Buena Noticia que debe ser conocida por todos.
En este tiempo en que existen tantos que viven y se sienten en tinieblas, cuando muchos han perdido el sabor de su vida, el evangelio de hoy nos entrega una misión, a quienes nos sentimos discípulos y misioneros de Él, de llevar la luz de Cristo a quien lo necesita, y a devolver el sabor a la vida a quienes lo han perdido. A iluminar los rincones más oscuros de nuestra sociedad, para devolverles la dignidad y la paz.
Sacerdote