El vals de los inútiles: ideales a prueba
Desde el nuevo espacio funcionará el servicio de taxis de modo que los pasajeros tengan una alternativa real, eficiente, práctica y económica de traslado dentro de la ciudad...
El movimiento mil ochocientas horas por la educación es una de las manifestaciones ciudadanas más potentes que ha presenciado nuestro país.
Ver a jóvenes de todos los sectores, corriendo alrededor de La Moneda día y noche hasta completar casi dos mil horas como un acto simbólico, remece el piso a cualquiera, genera conciencia. A partir de esta movilización, el director Edison Cajas, supo que se estaba gestando algo grande y decidió registrarlo.
La demanda de los estudiantes por una educación gratuita y de calidad, junto con el fin al lucro, claramente abrió un debate del cual se ha hablado mucho y se ha conseguido poco.
Pero quisiera detenerme en aquello que emergió al estallar la polémica, eso que subyace en lo profundo de una sociedad dañada y corrompida.
El miedo, herencia de la dictadura o quizás de mucho antes, que nos define como personas temerosas a decir lo que pensamos y a exigir lo que merecemos.
La desigualdad, presente en todos los aspectos de nuestras vidas, la vemos y experimentamos a diario, como víctimas o victimarios, habita en nuestro subconsciente y dinamita la democracia.
El triunfo del capital por sobre lo humano, la importancia que le damos a lo material antes de lo espiritual y el valor errado que cobran ciertos elementos prescindibles, frente a aquello que es irrenunciable: la dignidad y el derecho a ser libres.
Todos flagelos presentes en cada ámbito de nuestro país joven y emergente. Pero como buen adolescente que es Chile, debemos esperar a que madure sin cobrar tantas víctimas en el proceso. Si bien el cambio se genera a partir de políticas eficientes por parte del gobierno, sabemos que aquellos hombres y mujeres son tanto o más imperfectos que nosotros.
El Vals de los Inútiles nos muestra un problema país de la mano de estudiantes que no tuvieron miedo a pedir lo que creían justo. Jóvenes cansados de dar vueltas en círculo eternamente, que dicidieron avanzar hacia el futuro.
Escritora