Estudiar en China: la odisea de una valdiviana que se abre camino
experiencia. En agosto de este año Gabriela González cumplirá un año en Nankin. No solo lucha por aprender el idioma, también trata de integrarse a la vida cotidiana de esa potencia mundial.
China podría convertirse este año en la mayor economía del mundo. El diario británico Financial Times publicó que, según datos del Banco Mundial, el país asiático desplazaría del primer lugar a Estados Unidos durante 2014, incluso cinco años antes de lo proyectado.
Hasta esa potencia mundial, ubicada a más de 15 mil kilómetros de distancia de Chile, se trasladó hace once meses la ingeniera comercial de la Universidad Austral de Chile, Gabriela González, de 31 años. Su misión: estudiar un MBA en Economía en la Universidad de Finanzas y Economía de Shanghai.
Para hacerlo, postuló a una beca de intercambio ofrecida por la embajada de la República Popular China en Chile, beneficio que fue coordinado por la unidad de Relaciones Internacionales de la Uach y con el que puede financiar no solo sus estudios, sino que también su alimentación y gastos médicos. Todo eso durante los tres años que dura el MBA
Gabriela supo que existía esta beca a comienzos de 2013, cuando trabajaba como docente colaboradora en la Uach. Inmediatamente quiso postular. Dijo que no lo pensó mucho. Es más, no lo pensó nada.
'China es la economía que va a mover el mundo en 2020. Soy ingeniera comercial y quería estar ahí, quería aprender chino, quería saber cómo era vivir en ese país', contó la becaria, quien actualmente se encuentra de vacaciones en Valdivia. Cuando postuló, Gabriela no tenía ninguna vinculación con ese país, tampoco sabía hablar chino mandarín.
Después de enviar sus papeles y de aprobar una entrevista psicológica supo que había sido aceptada, en julio de 2013. Durante la última semana de agosto ya estaba viajando. ¿Cómo vive una valdiviana en China?
Para llegar hasta Nankin, ciudad donde Gabriela estudia, debió soportar más de 30 horas de viaje entre vuelos y escalas. En el aeropuerto de Shanghai la esperaba el estudiante chileno Javier Rojas, a quien no conocía pero con quien se había comunicado mediante redes sociales. Él sería su guía. 'Tenía que confiar en lo que me decían los chilenos que vivían allá. Con el tiempo descubrí que la comunidad es muy unida y protectora', dijo. Pero llegar hasta el aeropuerto de Shanghai fue su primera odisea. Compró un pasaje en Airfrance, pero nadie le había explicado que tras hacer una escala en París, debía abordar un avión con otro nombre. 'No tenía idea de que la compañía se pasaba a llamar Shanghai Airlines. Yo le mostraba el boleto con el vuelo a la encargada y ella me decía que no existía. Tenía solo una hora para solucionar ese problema y ya me sentía muy nerviosa, además, en ese momento mi inglés no era bueno. Hasta que una pasajera china se me acercó y me explicó lo que tenía que hacer', recordó.
Al llegar a Shanghai se sintió como una celebridad. Una mujer se le acercó y - a través de señas- le preguntó si podían tomarse una fotografía juntas. Gabriela aceptó. Minutos después estaba rodeada de chinos con sus cámaras. 'Para ellos los latinoamericanos somos muy exóticos. Les llama la atención nuestro color de piel y les gustan mucho nuestros ojos. Además, a ellos les encantan las fotos', contó.
Al tratar de conectarse a internet con su celular, desde el aeropuerto, descubrió lo difícil que es acceder a esa tecnología en China. 'Uno se puede meter casi exclusivamente a sitios web chinos, así que demoré en encontrar un lugar para avisar a mis padres que había llegado bien', aseguró.
en nankin
Al llegar a Nankin, Gabriela fue rebautizada. Su nombre -según determinó la universidad a la que asiste- es Moly. 'Los chinos no pueden pronunciar la erre. Es casi imposible que me digan Gabriela', dijo.
Pasó sus primeros días en un hostal. Luego se trasladó hasta una residencia universitaria que en vez de WC tenía un agujero en el piso. Todo era una aventura: comprar en el supermercado o buscar un lugar para comer. 'Cuando vi un McDonald's me sentí aliviada porque pensé que los sabores eran los mismos, pero me equivoqué. Me compré un panqueque pensando que era dulce, pero tenía carne de cerdo, mermelada y crema, además, las hamburguesas eran picantes. Los primeros meses no sabía qué comer, pero ya me acostumbré. El supermercado también era difícil. Hay que preguntar mucho para no equivocarse. Tengo una amiga que por querer comprar una crema para la cara terminó llevándose una para limpiar pisos. Fue un alivio ver que en China había Nescafé, Omo y Colgate, eso me salvó de cometer varios errores', dijo.
Otra sorpresa más: los precios. 'Las cosas en China son bastante más baratas que en Chile. Una Coca Cola, por ejemplo, cuesta unos 240 pesos chilenos'.
En Nankin -ciudad ubicada a tres horas de Shanghai y considerada como la capital de la educación, la ciencia, la cultura, el arte y el turismo- viven más de 16 millones de personas. 'Mis primeros días eran salir y descubrir la ciudad. Es tan grande que para no perderme tomaba fotografías del lugar al que quería volver o de la estación del metro a la que iba. Durante los primeros seis meses me moví gracias a las fotos y a las señas. Ahora uso una bicicleta para viajar. Lo bueno es que los chinos son muy amables', explicó.
Su MBA dura tres años y todas sus clases son en chino mandarín. Por lo que todo el primer año está destinado a aprender el idioma. El 10 de septiembre comenzaron los cursos. 'A pesar de que no sabía nada, ingresé a un nivel avanzado, muy intensivo. Éramos dos chilenos y no entendíamos nada. No lográbamos los tonos y teníamos que aprender unos 300 caracteres a la semana (son unos 7 mil en total) . Después de los primeros seis meses descubrí cómo aprender', confesó.
Pero aseguró que su mejor escuela de chino mandarín fue el centro asistencial donde estuvo internada.
Estar hospitalizada en China ha sido -por lejos- la experiencia más extraña que ha vivido Gabriela en oriente. Luego de fracturarse un dedo del pie y de descubrir que tenía un pequeño tumor ahí, ingresó al hospital. Fue el 7 de diciembre de 2013. 'Los chinos son súper 'zen', me decían que iban a ver si era maligno o benigno, pero que no me preocupara. Yo estaba al otro lado del mundo y ese momento fue terrible. Además, no entendía mucho y me hacían firmar papeles. Lo único que les pedía era que por favor no me cortaran el dedo', recordó. La operaron dos veces.
Mientras se recuperaba recibía la visita de diferentes familias chinas que iban al hospital, le regalaban frutas, dulces y ropa de cama. Ella era la única extranjera y solo se podía desplazar por el hospital con muletas.
La comunidad chilena en Nankin es unida. Para Fiestas Patrias se reunieron en la casa de unos amigos a preparar comida típica. Gabriela contó que siempre hacen pie de limón. 'Los chinos no son dulces y ese sabor se me antoja mucho', explicó. Para su cumpleaños, el 16 de noviembre, fue a un karaoke. 'Allá los karaokes son algo típico. A los chinos les encanta. Me sorprendió ver que hay canciones en español: Shakira, Enrique Iglesias. Yo canté Limón y Sal de Julieta Venegas y a mis amigos chinos les encantó. También he bailado en discotecas. Los chinos bailan música electrónica sobre unas tarimas, hacen una especies de ronda, tomados de las manos. Ellos beben Whisky con té verde', relató.
Ha participado en ferias de negocios en Wuhan, Canton y Zhenzheny ha visitado diferentes industrias de textiles y de aluminio. Ha viajado en trenes cama -donde no hay asientos, sino que camas de verdad-, ha comido yaotse -masitas rellenas con verduras- en la calle, practica tai chi en un parque y se está sometiendo a un tratamiento con acupuntura y hierbas medicinales. 'Quiero hacer todo lo que tradicionalmente hacen los chinos antes de comenzar los ramos de MBA, el próximo año', contó.
En junio volvió a Valdivia para pasar sus vacaciones. Lo primero que hizo fue comer cazuela. Y tiene claro que cuando vuelva, llevará una maleta llena de ropa. Allá su talla es cinco XL y solo puede encontrarla en algunas 'picadas' para extranjeros. Otra aventura.