Nuestra convivencia
Hemos pasado agosto y comenzamos un nuevo mes, el mes de la Patria. Este mes, dedicado a la celebración de nuestro país, es una oportunidad para renovar el verdadero espíritu de servicio que debe existir en cada uno de los ciudadanos. El espíritu de servicio consiste, sobre todo -aunque es obvio, pero parece que se olvida con facilidad-, en dar lo mejor de sí mismo por el bien común de la nación, haciendo de la auténtica convivencia nacional un verdadero valor.
San Agustín nos enseña: 'Quien quiere hacer un lugar al Señor ha de alegrarse no en lo privado, sino en lo común… Posee el hombre un bien grande y natural, que es el vínculo de la amistad entre todos los hombres'. También otro insigne Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, con mucha claridad y fuerza, nos señala: 'En lo terreno, nadie vive para sí solo. El artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción, contribuyen al bien común y al provecho del prójimo. Pues con mayor razón ha de hacerse así en lo espiritual'.
Los obispos de Chile hemos señalado años atrás, en otro contexto del país, sugerencias concretas aún válidas, para una mejor convivencia nacional entre los chilenos, por ejemplo:
Hacer nuestra la solidaridad más profunda con los problemas, angustias y necesidades de todos los demás, sin distinciones ni exclusiones. Establecer el diálogo más amplio y auténtico posible, como el mejor camino de convivencia, fraternidad y ejercicio democrático. Valorar las aspiraciones y necesidades de todos los sectores de la vida nacional, especialmente de los pobres, los jóvenes, las mujeres y las etnias originarias. Rescatar los valores de una democracia auténtica y adecuada, en el marco de una convivencia pacifica, tanto en el plano nacional como en el plano internacional. Apreciar cada vez más el respeto de nuestra cultura chilena, en todas sus formas y manifestaciones, con todas sus diferencias y matices, sin prejuicios ni discriminaciones, en el marco de un respeto creciente por la verdad, el pluralismo y la tolerancia.
Que el interés real, personal y social, por el destino del país, se refleje en un verdadero servicio al bien común.