Pareciera que los esposos Walter Miranda y Gabriela Castillo nadan contra la corriente. ¿A quién se le ocurriría dar en arriendo películas, sobre todo en estos tiempos en que prima la descarga a través de internet o la copia no autorizada de discos? Sin embargo, cuando abrieron su emprendimiento Cine Austral (hoy convertido en Olympus Store), se dieron cuenta de que había un público que los esperaba. En efecto, hay más de un centenar de personas que se inscribieron en este local para llevar películas a sus hogares, pagando un módico precio.
Sin embargo, no es únicamente un videoclub, sino también el teatro de operaciones para los amantes de los juegos de interpretación de roles. Hay, incluso, un juez para estos efectos: Sebastián González, que es el asesor de los dueños en materia de juegos.
¿Cómo nace la idea de Cine Austral/Olympus Store?
-(Gabriela Castillo). Nace porque a Walter, mi marido, le gustan mucho las películas y no había muchos lugares donde él pudiera buscarlas. Empezó a buscarlas por fuera y la única opción que quedó fue comprarlas. Estaba la alternativa de descargarlas, pero él -como ocurre a todo cinéfilo- prefería tenerlas guardadas en cajitas para formar una colección. Quería también tener los posters; entonces, tuvo que buscar en los distribuidores oficiales.
Después de que la tienda Blockbuster murió, llegaban amigos a la casa y nos decían: "Préstame una película. Yo sé que Walter tiene". Nosotros pensábamos: "¿Quién va a querer arrendar películas, si ahora se pueden descargar de internet?".
-(Walter Miranda). La verdad es que muchas personas no tenían ninguna fe respecto de que montáramos una tienda de películas. Nos decían: "¿Cómo se te ocurre? Ya no se puede hacer eso".
Sin embargo, seguimos adelante con nuestra idea y pudimos llevarla a cabo en agosto de 2014. Encontramos este local y... ¡Ya, vamos!
(G. C.). Dijimos desde un principio que debíamos montar la tienda con las cosas que van de la mano con las películas, como los cómics, los juegos de rol, los stickers, las poleras, etcétera.
Frente a ese panorama poco promisorio que les pintaron, ¿cómo llegó público al local?
-(W. M.). No hicimos flyers ni otro tipo de promoción, sino que a puertas cerradas, con las ventanas sin tapar, mientras armábamos el negocio de a poquito.
(G. C.). Como no cubrimos la ventana, la gente que pasaba nos tocaba y preguntaba: "¿Qué están haciendo?". Y nosotros les decíamos: "Vamos a poner un videoclub", y nos contestaban: "¿Cuándo van a abrir?". Otro día, vinieron unos chicos y vieron que teníamos cómics. "¿Tienen cómics? Queremos comprar", nos dijeron, a lo que les contestamos que no teníamos definidos los precios.
Abrimos el 7 de octubre y la gente empezó a llegar sola.
Ustedes cuentan con un asesor en cuanto a los juegos de rol, ¿no es así?
-(W. M.). Sí, es Sebastián González, el hijo de una ex colega de mi señora, que nos ayudó a conocer este mundo de las cartas, después de que trajimos de Santiago un juego de cartas Katana, de Mitos y Leyendas, y otro de Pokémon.
(G. C.). Y hay que hacer notar que desde el 29 de noviembre de 2014, somos tienda oficial de Mitos y Leyendas. Esto le da un valor agregado a nuestro local.
¿Cómo les ha ido económicamente?
-(G. C.). La verdad es que nos ha ido bien. Podemos decir que la tienda ha ido in crescendo; si miramos cómo partimos el primer mes, ha sido todo muy sorprendente. Hemos ido recuperando la inversión inicial que hicimos, y con las ganancias hemos invertido en otras cosas.
Pablo Quintana Villanueva