VICTORIA MEDINA, UNA MUJER QUE VIVE PLENAMENTE SUS AÑOS DORADOS
APRoVECHANDO EL RETIRO. Luego de 36 años de trayectoria como secretaria, comenzó a cursar diplomados de formación religiosa y a cantar en coros.
Nieta de españoles por parte de padre y madre, Victoria Eujenia Medina Monzón (83 años de edad) tuvo la posibilidad de seguir estudios superiores tras rendir el antiguo bachillerato; sin embargo, en la época en que le tocó graduarse de bachiller en humanidades con mención en letras, eran pocas las alternativas que una valdiviana tenía para estudiar en la universidad: la más próxima era Concepción. Sería una imperiosa necesidad tomar pensión, vivir gran parte del año lejos de su familia. Ante semejante panorama, sus padres le dijeron: "No, tú no vas a estudiar; no vas a ir tu sola".
Sin embargo, Victoria Medina se sobrepuso a ello con ánimo sereno y se convirtió en secretaria, primero para su padre y luego en diversas instituciones, especialmente la Universidad Austral de Chile. Trabajó 36 años como tal.
Al retirarse, aprovechó el tiempo libre que le daba su jubilación para educar su espíritu: hizo dos diplomados de la Universidad Católica de Temuco, uno en Estudios Teológicos (aprobado con un 6.44) y otro en Biblia (aprobado con distinción máxima: 6.5), y en diciembre pasado concluyó un tercero en Espiritualidad.
Su familia es de origen peninsular muy cercano, ¿no es así?
Efectivamente. Mi padre fue Honorio Medina Torres, agente vendedor para Weir Scott, y sus progenitores fueron españoles, aunque ignoro de qué parte específica venían. Mi madre fue María de los Dolores Monzón Rodríguez, hija de dos inmigrantes de Santa Cruz de Tenerife.
¿Dónde efectuó sus estudios primarios y secundarios?
En el Liceo de Niñas, hasta el sexto de humanidades en 1948. Ese año rendí el bachillerato y salí bien.
Luego, usted debió haber ingresado a la universidad.
No, porque yo era la menor de las tres mujeres. Aunque mi padre siempre había dicho que yo seguiría estudiando, porque era la que siempre tenía mejores notas, cuando llegó el momento... ¡Cómo iban a dejar partir a la niñita! Porque en ese tiempo no había tantas alternativas como ahora; era Concepción, Santiago o Valparaíso.
¿Qué quería estudiar?
Yo quería estudiar pedagogía en inglés. Lo divino es que después me casé en segundas nupcias con Roberto Porter Walker, un descendiente de escoceses cuyo padre había sido cónsul en Cardiff. Así es que siempre hablábamos inglés en la casa, aunque yo lo regañaba porque siempre me estaba corrigiendo la pronunciación.
Años más tarde, cuando entré a a trabajar a la Universidad Austral, mi jefe, el doctor Alberto Cristoffanini, me empezó a dictar textos en inglés después de que supo que yo hablaba en ese idioma. "Doctor -le dije un día-, nunca me han dictado en inglés". Yo era secretaria en el decanato de la Facultad de Medicina en ese momento. "No se preocupe, le voy a dictar despacito", me contestó el doctor. Una vez que él terminaba, yo le leía para saber si estaba bien escrito y así me acostumbré.
Volvamos atrás. Tras el bachillerato, ¿usted se puso a trabajar inmediatamente?
Sí, hacia 1949 con mi padre, que era en aquel momento agente de Gibbs y Compañía, una firma inglesa. Yo fui su secretaria y seguí con él cuando cerró la firma y pasó a ser agente para Weir Scott. Pasó el tiempo y como mi padre era vendedor viajero, yo me quedaba a cargo de la oficina; así que un día le reclamé: "O me subes el sueldo o me voy", le dije. Y después me nombraron jefe de oficina para Weir Scott.
¿Cuándo ingresó a la Universidad Austral?
Bueno, cuando me casé con mi segundo esposo, la oficina se hizo muy chica para contener un matrimonio. Fue entonces que una amiga mía que trabajaba en la universidad Rosario Andrade, me contó que necesitaban una persona de confianza en la Escuela de Tecnología Médica. Y ahí empezó mi larga trayectoria en esa casa de estudios. Estuve en varias reparticiones, siempre presentándome a concursos internos, hasta que ingresé a la vicerrectoría de Finanzas, donde permanecí más tiempo. Allí jubilé, habiendo servido como secretaria por 36 años.