La construcción inteligente y sustentable de proyectos urbanos ha sido el tema obligado en nuestro camino hacia la modernidad, convirtiéndose a veces en muletilla más que en una convicción, haciéndonos creer que esta necesidad surge en tiempos actuales, como respuesta a las demandas de un mundo que avanza hacia la sofisticación y eficiencia. Pero la evidencia nos obliga a hacer el esfuerzo, asumiendo que no todo se trata de líneas elegantes y vanguardismo, sino que el levantamiento de asentamientos humanos ha tenido y seguirá teniendo siempre un fin social que no podemos omitir.
Nuestra naturaleza como especie nos empuja a conformar tribus. Actualmente las ciudades chilenas están siendo víctima de la tendencia nefasta a la segregación. El documental "Escapes de Gas" del director Bruno Salas nos despoja del velo que impone nuestra realidad urbana actual, mostrando cómo el sueño de un pueblo se materializó en un edificio de diseño visionario y rupturista, gracias al trabajo mancomunado de obreros, ingenieros, arquitectos y artistas, hace más de cuatro décadas, durante el gobierno de la Unidad Popular.
Se convocó al colegio de arquitectos y treinta y cuatro artistas para desarrollar el proyecto del edificio UNCTAD III, hoy GAM, en un tiempo récord de 275 días. Muchos de ellos se convirtieron en los expositores más relevantes del arte contemporáneo nacional y Latinoamericano. José Balmes, Roser Bru, Gracias Barrios, Martínez Bonati, Sergio Mallol, Nemesio Antúnez, Guillermo Núñez, los grandes escultores Carlos Ortúzar y Félix Maruenda dieron vida al proyecto cultural más importante del gobierno de Salvador Allende, edificio en el que compartía indistintamente la clase obrera con estudiantes, profesionales y artistas en amplios comedores, rodeados de colores, formas y un aire de libertad.
El filme es una compilación sensible y respetuosa de nuestra historia reciente que obliga a mirar en el espejo y pensar en el país que se construía hace cuarenta años y preguntar qué nos pasó en el camino.
Si separamos la arquitectura y el arte de la sociedad, quedarían sólo mitades incompletas, porque la forma depende de la estructura y ambas se sustentan únicamente si existe un concepto de unidad, un corazón capaz de emerger por sobre la uniformidad creando un lenguaje nuevo, replanteando la materialidad, volviéndola a un estado gaseoso.
Romy Valenta
Columna