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Acompañado de su esposa, Héctor Uribe visita a su madre, que hace 13 años falleció. "Es algo muy especial para nosotros, porque nunca la hemos olvidado. Como mamá fue un siete, sobre todo pensando en que fuimos dieciséis hermanos y se sacó, como quien dice, la 'cresta' por nosotros", expresa al tiempo de contar que la sepultura también acoge los restos de su padre.
Uribe fue uno de los muchos valdivianos que acudió ayer a los cementerios para decir en voz baja o con el lenguaje del corazón, "feliz día, mamá".
Otro de los hijos que prolonga su amor más allá de la muerte es René Miranda. "Mi mamá falleció hace 15 años. Constantemente la vengo a ver, porque es mi deber como hijo, aunque algunas veces no he podido hacerlo por razones de trabajo", sostiene. Y al referirse a la razón que lo trajo hasta el cementerio, afirma: "Mi madre fue una parte fundamental de mi vida, por su apoyo desde el día en que nací".
59 AÑOS NO ES NADA
El paso de los años no es un obstáculo para conservar íntegramente el amor a la madre. Ruth Gómez es un buen ejemplo de ello: nunca ha dejado visitar a su madre, la señora Clotilde Oyarzo, que falleció en 1956. "Es un día en que recuerdo muchas cosas, tanto de mi infancia como de la juventud. Siempre está presente mi madre; nunca la he olvidado", señala.
Las fuerzas humanas van decayendo y por eso Ruth Gómez ya no asiste con la frecuencia de antes. "Antes venía a verla todas las semanas, y ahora lo hago cada mes o cada dos meses", dijo. A pesar de esto, tiene algo claro: "Seguiré viniendo, aunque me cueste".
LECCIONES de vida
Al observar la tumba de su madre, Bernardita Téllez reflexiona: "Para mí, días como éstos son para recordar a mis seres queridos, en especial a mi madre, que fue una de las personas que más se esforzó para que yo saliera adelante en la vida", indica.
Fallecida hace catorce años, fue una mujer imprescindible para Bernardita. "Nunca escatimó sacrificios para que yo me criara como corresponde; estudié en el Instituto Comercial y más tarde trabajé como funcionaria en la Tesorería. Por eso, yo estoy muy agradecida de mi madre", subraya.
Con la distancia del tiempo, la hija comprende a la progenitora. "Nunca ha cambiado mi amor por ella; al contrario, se va engrandeciendo, porque cuando uno va creciendo y se pone más vieja, se da cuenta realmente del sacrificio de los padres y que la vida no es tan fácil", concluye.
"Cuando uno va creciendo y se pone más viejo, se da cuenta realmente del sacrificio de los padres"
Bernardita Téllez
Valdiviana