Con nombre de bolero
Daniel
Carrillo
Un cruce de vidas gatillado por el azar, en donde la literatura se muestra como una fuerza que puede empujar a las personas a ocultarse, pero también a reconocerse a sí mismas. Eso es lo que presenta Carla Guelfenbein en "Contigo en la distancia" (Penguin Random House, 2015). Múltiples voces van perfilando una historia que comienza con la aparentemente accidental caída de una escritora de avanzada edad, Vera Sigall, cuya vida es narrada en forma fragmentaria por esas voces que corresponden a los personajes secundarios que la han acompañado, uno desde hace varias décadas -el poeta Horacio Infante- y otros en los últimos años o días. Se trata de su vecino y amigo Daniel, un arquitecto que vive una crisis matrimonial, y de Emilia, una joven estudiante de letras venida de Francia, pero de raíces chilenas, quien va indagando en la vida y obra de Sigall, personaje de culto dentro de las letras a nivel mundial, que es el centro de su trabajo de tesis. Esta fórmula de narración desde tres puntos de vista -solo la anciana Vera calla, como obedeciendo al coma en que la dejó su accidente- favorece la sensación de misterio y de lento descorrer del velo que oculta la clave de toda esta trama. Sin embargo, a ratos este ritmo se vuelve pesado, a pesar de los correctos toques líricos que Guelfenbein hace brotar en algunas páginas. La omisión se vuelve un ejercicio algo forzado para mantener una tensión que parece estirarse más allá de lo necesario, a lo que se agrega la puesta en escena de hechos que se leen rebuscados y que parecen no tener más función que aumentar el gramaje del libro, de 351 páginas.
Opinión