Alabado seas
Hemos recibido estos días la tan esperada encíclica del papa Francisco sobre el cuidado de nuestra casa común: el planeta y todos los seres que la habitamos. "Laudato si"(Alabado seas) es el nombre que ha dado a este documento, inspirado en el cántico de san Francisco de Asís.
Francisco nos deja planteada una pregunta: cuál es el mundo que queremos heredar a las generaciones futuras. La interpelación, dice el Papa, no solo afecta al ambiente de manera aislada, sino que nos lleva a interrogarnos sobre el sentido de la existencia y los valores que fundamentan la vida social: "¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?"
El núcleo de la propuesta de la encíclica es una ecología integral como nuevo paradigma de justicia, una ecología que "incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea". No podemos entender la naturaleza como algo separado de las personas y su contexto sociocultural, o como un simple marco de nuestra vida.
El Papa es categórico en relevar el vínculo existente entre las cuestiones ambientales y las cuestiones sociales y humanas, relación que no puede romperse. A través de sus capítulos, nos invita a "aspirar a un nuevo estilo de vida", que requiere cambios profundos en la sociedad, como la revisión de los sistemas económicos y sociales que han causado tanto daño, generando enormes brechas sociales y culturales, y afectando con mayor fuerza a los más excluidos.
Con claridad Francisco recuerda que "el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social", y que el avance de la ciencia y de la técnica no equivalen a un avance de la humanidad y de la historia. Ante ese panorama, considera indispensable una "valiente revolución cultural" para recuperar los valores, que parte desde la educación temprana en la familia.
No es un el pesimismo sino la esperanza, el tono predominante en esta carta del Pontífice.
Otro mundo es posible. La humanidad tiene en sus manos la capacidad de revertir el daño causado al planeta e iniciar un nuevo comienzo.
Ignacio Ducasse
Columna