Terminó exitosamente la campaña impulsada por los trabajadores de Correos de Chile, destinada a facilitar la llegada de cartas de niños al Viejito Pascuero. Con algo de magia, el contacto entre remitente y destinatario (que es la misión de la empresa organizadora) se logró y más de 600 pequeños de Los Ríos recibieron regalos que pidieron por Noche Buena.
Como cada año, la recepción de la gente fue positiva y una sensación de alegría rodeó la fiesta final. Pero más allá de ese objetivo cumplido, es importante que también nos detengamos en los mensajes que las misivas contenían. Muchas de las retiradas en las oficinas de Correos y las publicadas en las páginas de Diario Austral hablaban de pobreza muy dura en varios sectores de Valdivia, especialmente. Papás y mamás sin empleo, madres jefas de hogar imposibilitadas de trabajar formalmente por cuidar hijos pequeños o personas enfermas, numerosos miembros de una misma familia compartiendo espacios; niños y niñas solicitando solo una cena especial, en vez de juguetes.
Claramente en las informaciones recogidas puede haber datos exagerados para lograr conmover a los posibles lectores; pero sin duda aluden a realidades que quizás no aparecen en registros oficiales. De hecho, las cifras oficiales señalan que un 5% de los niños de la región vive bajo la línea de la pobreza.
Estas campañas, como otras vinculadas al estímulo de la solidaridad comunitaria, permiten abrir públicamente una ventana, que luego se cierra y se olvida hasta la próxima Navidad, la siguiente Teletón, o la tragedia que conmueve. Mientras, la mayoría de los problemas, sigue sin ser solucionado.
La pobreza, en este caso, constituye un desafío de largo aliento y multifactorial, que no se puede olvidar. Menos, sabiendo que la situación económica del país pasa por momentos difíciles.
Las cartas de Navidad dieron la oportunidad de ayudar. Sería bueno que, también, ellas ayudaran a encender alertas, pues evidencian señales sobre la cotidianidad local, que pocos ven con tanta nitidez como aparecen en relatos de los niños y niñas que la viven.