Aunque todos los años las distintas universidades se comprometen a garantizar que la recepción de sus alumnos nuevos será distinta; en estos días otra vez se ha podido ver en las calles a jóvenes "mechones" descalzos, sucios con distintos tipos de productos, desde el pelo hasta los pies; pidiendo dinero en las calles.
Hay que reconocer que se aprecia una menor cantidad de personas en estas condiciones respecto a marzos anteriores, pero claramente se trata de una práctica que no se ha erradicado del todo y que, de alguna manera, denigra a los jóvenes públicamente; aunque ellos se vean relativamente contentos cumpliendo con esta especie de "rito de pasaje" entre la vida escolar y la educación superior.
Sería interesante que se intensificaran los esfuerzos para cambiar estas tradiciones que, en esencia, van en contra de uno de los valores que las universidades debieran inculcar: respeto, sin condiciones.
Lamentablemente, estos hechos no son los únicos que encienden una luz de alerta. La protesta que mantienen los alumnos del Conservatorio de Valdivia por un problema que se arrastra, aseguran, hace cuatro años, también habla de la urgencia de reforzar la consideración y la capacidad para escuchar.
Los estudiantes de música piden solución a situaciones que califican como acoso académico, maltrato, minusvaloración de sus capacidades. Junto a ellos, apoderados de los niños intérpretes afectados, funcionarios y otros docentes de la unidad, también comparten la misma solicitud; sin embargo, señalan que no han recibido respuesta.
El problema ha ido escalando y de las cartas de denuncia siguiendo conductos regulares, se ha llegado ahora a la toma y paralización de actividades, además de manifestaciones públicas de descontento, sin que se llegue a una solución.
Con certeza, es preciso que alguien intervenga en situaciones como las descritas. Para un observador común, ver a jóvenes expuestos por el solo hecho de ser de primer año, es fuerte. Pero resulta aún más estremecedor ver a otros exigiendo respeto a su dignidad al interior de las aulas. Ese mensaje resulta muy duro y triste de presenciar.