Un duelo admirable
Los atentados terroristas en Bélgica son más que una nueva noticia sobre pérdida de vidas...
Una inesperada tragedia nos detuvo la marcha, a poco andar de esta Semana Santa, tiempo en que el mundo cristiano vive la muerte y resurrección de Jesús como un acontecimiento actual y fundante de nuestra historia personal y social.
Los atentados terroristas en Bélgica son más que una nueva noticia sobre pérdida de vidas humanas. Este episodio nos toca una fibra distinta, como ocurrió en París el año pasado, en Europa la última década, y en las imborrables escenas del ataque a las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono, el año 2001.
El terrorismo nos paraliza, nos causa pavor, nos sitúa en la indefensión. Sin importar la distancia geográfica, un sello de fraternidad humana universal nos une a la comunidad agredida. Las estaciones de trenes, aeropuertos, oficinas, edificios, que son atacados, parecieran ser los nuestros. Por eso surge espontánea la solidaridad: Yo soy Bruselas, Je suis Charlie.
Más allá de los temas políticos, económicos y sociales de trasfondo, nuestra inquietud particular ante el terror ajeno es la incertidumbre por perder, de un momento a otro por una acción violenta, a quienes más amamos, aquello que más atesoramos y cuya seguridad damos por descontada.
Ante el terrorismo inhumano, los padres miran de un modo distinto a sus hijos y a sus propios padres, no importa cuán lejos haya detonado la bomba.
El trámite, la rutina, el logro cotidiano, deja su lugar a un buen abrazo y al "te quiero" que nos cuesta pronunciar en el fragor del día a día.
La Pascua de Cristo es esperanza que surge de la muerte asumida y vencida.
La cruz, la pesadilla, la injusticia, no son la última palabra. La primera palabra de Dios creador, el amor, es la última del Padre misericordioso que marca su triunfo sobre la herida que paraliza, el terror que amenaza, la angustia que oprime.
Dice la liturgia de este Domingo: "La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la Vida estuvo muerto, y ahora vive. Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor Resucitado".
Ignacio Ducasse Obispo de Valdivia