Héctor Arcos Aguilar, tiene 73 años, nació el 12 de marzo de 1943, y es uno de los diez hijos del matrimonio de Rufino Arcos y Edilia Aguilar.
Se dedicó desde pequeño a diversos deportes, siendo un destacado seleccionado en remo, atletismo y fútbol, tanto cuando estaba en el liceo, como en su trabajo en el antiguo hospital Kennedy de Valdivia.
Actualmente, es juez y secretario de la agrupación de boxeo del club Arturo Godoy de Valdivia. Además, apoya a su nieto, Héctor, quien también es campeón de remo.
Deporte
¿Por qué ha practicado muchos deportes?
- Desde niño fui inquieto, cuando era chico me gustaba nadar en el río, me gustaba bucear. Después, me metí al tema del remo, tanto como guía y como remador. Competía en los dos mil metros.
Otro de los deportes que practiqué fue el atletismo, corriendo los cinco kilómetros y el fútbol, donde era arquero. También jugué waterpolo, cuando el río era más ancho. Se jugaba en donde está la feria fluvial ahora.
El único deporte que no practiqué, teniendo un hermano entrenador profesional, fue el boxeo. Me gusta entrenar a los jóvenes y ser juez, pero no me gusta pelear. De hecho, cuando me casé, con mi señora nos fuimos a vivir a la población Emergencia en Valdivia, cerca de la piscina Aqua, que me quedaba más cerca de mi casa. Ahí aproveché de tomar unos cursos de juez de boxeo y también ayudé a los profesores con las clases de anatomía porque como trabajaba en la morgue, conocía muy bien el cuerpo humano.
Hospital
¿Cómo llegó a trabajar en la morgue?
-La verdad es que todo fue gracias al deporte, como le contaba, yo era arquero, y mi cuñado que trabajaba en el hospital, habló con el director, para que yo que pudiera entrar y cubrir el cupo faltante en el equipo. Don Alejandro Murúa, director en esa época, aceptó e ingresé a trabajar en pabellón, revisando que estuvieran funcionando bien los implementos de la anestesia.
Cuando ya estaba de planta en el hospital, hubo un campeonato de interregional de fútbol en Valparaíso, el que coincidió con uno de remo.Pedí permiso y me dejaron participar en los dos y ganamos en ambas competencias.Todavía guardo las medallas que están colgadas en la pared, porque entregué los trofeos.
Estaba muy contento trabajando en el hospital, pero me quería cambiar de área a la morgue.
¿Por qué ahí?
-Porque siempre me interesó el conocer bien lo del cuerpo humano, en especial, cuando me tocaba ayudar en las operaciones.
Así que hablé con el director, quien me dijo que a fin de ese año, se liberaba un puesto.
Comencé a trabajar en lo que me gustaba y estuve ahí por más de 30 años. Además, los fines de semana trabajaba en la lavandería y entrenaba en el remo. Yo no sabía lo que era una fiesta, una Pascua o un Año Nuevo por mi trabajo y el deporte, que es mi pasión.
Terremoto
Como deportista con habilidades para nadar, a Héctor Arcos le tocó ayudar en situaciones muy traumáticas, como el terremoto de 1960, uno de los más devastadores de la historia.
"Yo tenía 17 años cuando ocurrió el terremoto. Fue terrible porque en esa época yo trabajaba repartiendo telegramas, y me pilló (el terremoto) en la calle Camilo Henríquez, que se abría y se cerraba. La gente no tenía cómo sostenerse", recuerda el exdeportista.
¿Qué más recuerda de ese momento?
-Yo vivía, con mi papá y mis hermanos en Camilo Henríquez entre Cochrane y Ernesto Riquelme. Y todo eso quedó completamente destruido. Nos tuvimos que ir a vivir a la casa de al lado de donde está ahora la casa de la memoria. Un caballero le prestó una bodega y dos habitaciones para vivir. Cuando todo se tranquilizó, yo fui a ayudar en lo que pudiera. Y un tío mío, que trabajaba con los barcos de Corral, me llamó para que fuera a ver los barcos que se hundieron con las olas. El Canelo y el Haverbeck fueron arrastrados por las olas desde Corral y muchos hombres, perdieron la vida, tratando de rescatar la comida que había quedado adentro en las bodegas. Gracias a mi tío, yo conocía esos barcos al revés y al derecho. Tuve que bucear para sacar sacos de harina, tarros de café o de trigo, porque la gente necesitaba alimentos, y tuve que hacerlo rápido, porque era sin oxígeno. A mí me ayudó el hecho de ser deportista. Y para embarrarla más todavía, después vino el Riñihuazo, que trajo más agua y barro. La empresa donde yo trabajaba, perdió casi todas las radios que había comprado. Más de 200 máquinas perdidas.