Para que los éxitos sean permanentes
Los triunfos de la Roja no deben servir para esconder realidades bastante menos rutilantes. Que los éxitos de hoy no terminen con el retiro de los astros que los sostienen.
El festejo va a durar mucho tiempo. Es que sobran razones para que los chilenos aficionados al fútbol, y también quienes se han entusiasmado puntualmente, celebren lo ocurrido en la Copa América Centenario, un campeonato que en su gestación pareció responder casi exclusivamente a un interés comercial de los organizadores, pero que -salvo escasas excepciones- logró poner sobre las canchas estadounidenses a 16 selecciones con sus mejores contingentes.
La alegría final fue, al igual que el año pasado, cuando se jugó en casa, para la Selección Chilena, compendio de jugadores talentosos y aguerridos, que bajo la mano de sagaces conductores han entregado los resultados que los hinchas debieron esperar durante generaciones.
Hay motivos para que nuestra gente esté contenta. Se justifican las manifestaciones de alegría que se desataron desde el domingo y que abarcaron desde el centro de la capital hasta el más recóndito rincón del territorio.
Esa es la primera parte del fenómeno, pero es bueno ir adelantando lo que se debe esperar para más adelante, sobre todo porque, como casi siempre ocurre, los triunfos sirven para esconder realidades no tan rutilantes.
En el medio futbolístico es sabido que los éxitos del grupo de excelente jugadores que integran el seleccionado han llegado porque se trata de una agrupación excepcional, que difícilmente encuentre herederos de la misma alcurnia.
Por eso es bueno que una vez que los festejos se acallen, se mire hacia adentro para buscar un esquema más armónico, que logre consolidar la madurez de la actividad.
Es hora que la dirigencia del fútbol haga las cosas como corresponde y que no insista en mantener disposiciones tan aberrantes como la que afecta a Deportes Valdivia, o que deje de llenar los equipos con jugadores extranjeros baratos e improductivos, y que se preocupe por mejorar la organización de las competiciones en divisiones inferiores para tratar de asegurar que los éxitos de hoy no terminen con el retiro de los astros que los sostienen.