"Chile es un hermoso país de montañas, pero no somos uno de montañeros"
Siempre anda en tenida deportiva, se muestra muy sencillo y poco se cree la etiqueta de "leyenda del andinismo chileno", que lo ronda desde que subió al monte Everest (de 8.848 metros) sin ocupar oxígeno. Si bien la vida de Ernesto Olivares Miranda está ligada al montañismo desde los 14 años, fue sólo después de un accidente automovilístico que sufrió y que le hizo replantear sus horizontes, que se dedicó sólo al deporte. A los dos meses después de su recuperación, este ingeniero civil renunció a su trabajo y se convirtió formalmente en profesor de alta montaña en la Pontificia Universidad Católica.
En la última semana, Olivares realizó charlas y un curso de alta montaña en Valdivia, luego que la empresa Trekking Valdivia lo contactara para venir a la capital regional.
¿Que tal tu estadía en Valdivia?
-En el verano, Patricio Bielefeldt me invitó a visitar Valdivia y me insistió en ponerle fecha al viaje. Vi que septiembre, por clima y condiciones de la región, era el ideal para venir a hacer un curso y hablar de valores que entrega el montañismo. Patricio organizó una charla en la U. San Sebastián con una convocatoria en la cual quedó gente de pie. Después vino el curso en la municipalidad, otro en el Colegio Adventista de Valdivia y con el de Angol . Anduve en kayak hacia Cutipay y conocí a gente maravillosa, que construye botes y barcos. Lo he pasado maravillosamente en este viaje.
¿Cómo te iniciaste como montañista?
-Viví 16 años en Bolivia y a Cochabamba llegó un piloto norteamericano con la idea de formar un grupo de montaña. Yo tenía 14 años, era la mascota del grupo y ese año escalé el cerro Tunari, de 5.200 metros. Yo fui por la adrenalina y la aventura y ahora puedo decir que es un estilo de vida increíble, que me ha permitido conocer más de lo que hubiese imaginado.
¿Cuándo supiste que éste iba a ser tu estilo de vida?
-Viejo ya. Tenía 30 años cuando tuve un accidente automovilístico y abandoné el terno, la corbata y la oficina. Profesionalmente me iba bien, trabajaba en telecomunicaciones, pero personalmente me dejaba muchos vacíos. Sentí que no había estudiado para estar encerrado en una oficina. Me di cuenta por primera vez que me iba a morir. Cuando uno es chico anda a mil por hora y enfrentado cara a cara con la muerte me dije que quería hacer algo con mi vida, que tenga más sentido que lo que estaba haciendo. Al poco tiempo me invitaron a hacer clases de montaña en la Universidad Católica. Fueron los 10 años más felices de mi vida y también los más pobres, pero me permitió proyectarme.
¿Cuándo te topaste con los Himalayas y el Everest?
-Llegó de la mano de mis cambios un proceso himaláyico que yo no me lo esperaba. En 2001 subí el Makalu (8.463 mts.) sin oxígeno. Eso me hizo muy conocido en el medio del montañismo, me dio cierta presencia en los medios y me entregaron por primera vez el Cóndor del Círculo de Periodistas Deportivos. Vino una bola de nieve con mi primera travesía antártica, el Everest el 2004, los seven summit el 2005, Lhotse y Nanga Parbat. Me daba miedo, lo que tocaba se hacía oro y el pasar de los años te da el equilibrio para disfrutar un poco más lo que estoy haciendo. Mis viajes me permitieron enriquecerme o reforzar un poco más lo que ya sabía y no te das cuenta cómo te vas metiendo en un círculo de elite porque me encontraba arriba de una montaña con gente que me conocía casi como si fuera en un mall.
¿Cómo fue la experiencia de subir el Everest sin oxígeno?
-Yo el 2004 ya había escalado el Everest y cuando se plantea la posibilidad de escalarlo de nuevo, entrené para subirlo sin oxígeno e hice mucha bicicleta y trote. El día en que hice cima me enfermé del estómago. Seguramente en los campamentos me pegué algún bicho, vomitaba y tenía diarrea. Para evitar los congelamientos y abrir la huella, al final del día terminé usando oxígeno. Salimos el 17 de mayo a las 10 de la noche y logramos la cumbre al día siguiente, a la una de la tarde. Yo tenía las piernas como lana, la hidratación se me fue al piso y quedé tremendamente debilitado. De no haber entrenado como entrené, no habría contado esta historia.
¿Pero podrías haber desistido de intentarlo?
-Sí y era válido hacerlo, pero tengo bien instalado el tema de la colectividad, del equipo. Nosotros éramos 20, de ellos 10 chilenos, 8 sherpas (guías tibetanos), un suizo y una iraní. No hay una ley escrita, pero ningún montañista deja a un compañero botado. Si yo me devolvía, alguien más se devolvía y en vez de 20 quedaban 18 y esa pega que dos no hacen, alguien tiene que hacerla. Uno juega más a lo colectivo que a lo individual y ese día apelé a la condición física que traía, a mi fe en Dios y eché mano a que cuando hay que ponerle el hombro, hay que hacerlo. Nunca imaginé que iba a llegar a la cumbre en las condiciones en que estaba y me imaginé que iba a ayudar a bajar a mis compañeros, pero cuando comencé a escalar me sentí increíblemente bien y llegué a la cumbre. No lo podía creer, se fueron los dolores y fue como algo mágico. Es increíble lo que la mente es capaz de hacer. Después hubo malos momentos en el Himalaya. En 2014 hubo una avalancha y murieron 16 sherpas, el año pasado cuando estábamos en el campo base nos barrió una avalancha y al lado nuestro murieron 20 y tantas personas. Cuando nos levantamos entre medio de la nieve y empezamos a ayudar, vi los cuerpos y quise ayudar. Este año ha sido mejor: de hecho, cuatro chilenos llegaron a la cima del monte Everest y si Dios lo permite el próximo año vamos viajando al Everest, vamos por Tíbet y a seguir soñando.
¿Qué otras montañas recuerdas con cariño?
-La primera vez que hice un 8 mil (Makalu) iba con oxígeno y no me funcionó, así que subí a pulmón pelado a casi 8.500 metros. Ni yo me la creía, me entregaron el Cóndor y para mis adentros me decía, pero si yo no quería subir sin oxígeno, simplemente no funcionó y me sentía mal por eso.
¿Es Chile un país de montañeros?-
-Somos un país de montañas, pero no somos un país de montañeros. Lamentablemente, los deportistas destacados corresponden más a los esfuerzos familiares que a esfuerzos federativos o del Estado. Esa es una gran deuda del Estado chileno con sus deportistas y tal vez de todos nosotros, de apoyar a los chicos con talento y que buscan desarrollarse.
Una mezcla de alegría y miedo
Ernesto Olivares es uno de los pocos chilenos que ha estado en la cumbre del mundo y dice que para él siempre es una mezcla de sensaciones. La primera es la alegría de alcanzar el objetivo por el que tanto se luchó, pero enseguida se entremezcla con la del miedo. Olivares dice que una cosa es subir la montaña más grande y otra muy distinta es bajarla, pues la mayoría de los accidentes de montaña se producen en los descensos, porque la perspectiva cambia a la hora de sortear las grietas.
años tenía Ernesto Olivares cuando subió su primera montaña, el Tunari de más de 5 mil metros. 14
cumbres de 8 mil metros ha hecho Olivares: Everest, Lhotse, Nanga Parbat y Makalu. 4
veces ha hecho cima el deportista en el Everest, en el 2004 y la última vez en 2012 y sin usar oxígeno. 2