La semana pasada fue celebrado el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, fecha instaurada en 2008 para reconocer públicamente la labor de estas organizaciones en beneficio de la comunidad.
Tanto en Valdivia como en el resto del país, los fieles salieron a las calles para expresar su fe y también leyeron declaraciones para opinar respecto de temas que hoy se debaten a nivel nacional: justicia social, respeto a los mayores, cambios necesarios en la economía, igualdad de oportunidades y valores sociales básicos.
Todos los puntos señalados son importantes y generan polémicas en estos días, pero entre ellos hay uno que llama especialmente la atención y sobre el cual es preciso detenerse: la intolerancia, que enrarece el clima social de Chile.
"Nos preocupa esta situación porque basta sólo una opinión contraria a la de ciertos influyentes grupos minoritarios, para ser estigmatizado, ridiculizado y hasta recibir amenazas judiciales", dijeron los pastores y advirtieron sobre la violencia que esta actitud puede instalar como modo de convivencia.
En Fiestas Patrias, los obispos católicos realizaron un llamado similar, solicitando buscar puntos de unidad y encuentro, en vez de críticas lapidarias que dificultan los acuerdos.
Independientemente de las creencias religiosas legítimas de cada cual y recordando que vivimos en un Estado Laico, no se puede desconocer que estos guías espirituales tienen razón en su diagnóstico y que es necesario reaccionar a tiempo, antes de que las agresiones afecten la armonía interna de la nación.
Si hay voces de alerta levantándose de esta manera; entonces la prudencia aconseja escucharlas, en todos los niveles, desde el personal hasta el ciudadano y actuar -en los espacios que cada quien pueda- para ser gestores de paz, facilitadores de encuentros.
En nuestra región, por ejemplo, es preciso gestionar diálogos para propiciar cooperación y respeto entre autoridades locales de distinto signo político; entre grupos con diferentes conceptos de desarrollo; entre las realidades diversas que viven los habitantes del territorio y que ahondan la desigualdad.