Hace exactamente diez años, el primer gobierno de la Presidenta Bachelet decidió priorizar las obras del Parque Urbano Catrico, por sobre el proyecto de una Feria Central en Valdivia, que debía reunir en un lugar fijo a los comerciantes que itineraban por distintos barrios de la actual capital regional.

Desde la comunidad se había pedido que ambas propuestas se llevaran adelante, respondiendo a necesidades largamente expuestas: recuperar un humedal y permitir mejores condiciones de trabajo a los feriantes. Pero la determinación fue otra y causó honda decepción, acompañada de la correspondiente polémica.

Las autoridades de la época explicaron sus razones para preferir el Parque y prometieron que en un futuro cercano, se materializarían las dos solicitudes. Ha pasado una década y la espera continúa: no hay luces de una Feria y el Catrico se encuentra entrampado sin concluir su primera etapa. Probablemente hay múltiples razones burocráticas y administrativas para explicar este escenario; pero nadie podría negar que es uno muy malo, porque no se materializaron las promesas, las necesidades continúan sin atención y la desconfianza comunitaria en las palabras estatales, se ha multiplicado.

Pese a ello, los vecinos siguen adelante. Levantan la voz. Los feriantes también: juntaron firmas durante meses para hacer ver que un recinto central sería positivo para el desarrollo urbano valdiviano. Nadie los ha acogido como esperaban, pero no bajan los brazos y sueñan con alcanzar su objetivo.

Esa fuerza comunitaria, tan característica de Valdivia, es el rasgo positivo de toda una situación lamentable. Pero llegará un punto en que desaparezca, si nadie lee correctamente las señales que están dando.

Hace algunos días los dirigentes de la Corporación Parque Urbano Catrico señalaron que el problema que enfrentan es como "un segundo Cau Cau" y lo comparan desde la perspectiva de una megainversión estatal inconclusa, con problemas y sin caras visibles que se hagan responsables, más allá de las declaraciones públicas esperables. Quizás tengan razón. Pero, la verdad, sería muy triste que su diagnóstico resultara acertado.

30 años | 6 de mayo de 1987

"Flojo" Jaramillo no transa: "Pelearé de todas formas"

Ante el anuncio de socios de Inmobiliaria España de regalarle un caballo para su carretón con tal de que no vuelva al cuadrilátero, el ex boxeador Alberto "Flojo" Jaramillo enfatizó su decisión de combatir con Enrique Bustamante en el Coliseo Municipal, pase lo que pase. Jaramillo tiene 50 años y su rival, 48.

20 años | 6 de mayo de 1997

Brutal riña rural terminó con un muerto y un herido

Un sujeto de 21 años de edad, que fue atacado por dos jinetes con los que tenía cuentas pendientes, mató a uno de sus rivales y dejó grave al otro. Portaba un arma de fuego, así que disparó varios tiros, ultimando a uno y lesionando seriamente al segundo. También mató a un caballo. Ocurrió en un campo de Panguipulli

10 años | 6 de mayo de 2007

Intendente entrega todo su respaldo a feria central

El jefe de la División de Análisis, Gestión y Control del gobierno regional, Iván Neira, precisó que dentro de las atribuciones que le otorga la ley, el intendente Jaime Bertín hará valer su compromiso con la comunidad valdiviana de incorporar la feria central como proyecto prioritario dentro del presupuesto para 2008.

El ser humano secularizado de nuestros días tiende a pensar que la fe cristiana, al afirmar la radical dependencia de toda creatura en relación al Creador, empequeñece o esclaviza a la persona. Por el contrario, la más pura tradición cristiana afirma que la gloria de Dios es la persona que vive, crece y llega a su plenitud. Esa persona no es abstracta, sino la persona concreta, histórica, real. A esa persona conducen todos los caminos de la Iglesia, porque ella cree en la persona.

Desde su fe, la Iglesia afirma, que el ser humano ha sido creado por Dios y está destinado a la eterna comunión con su Creador y Señor. La teología define al ser humano como el ser "capaz de Dios", "oyente de la palabra" e interlocutor abierto y necesitado de la cercanía absoluta de Dios. Esta referencia a lo que le trasciende no lo aliena, sino que le constituye como tal.

De ahí que la persona es llamada a crecer en el conocimiento y aceptación de sí misma, a buscar y conocer la verdad, que le hace libre (Jn 8,32), a caminar y vivir en la autenticidad y a colaborar en la obra de la verdad (Jn 3, 8). Por ello que rechazando la visión determinista del hombre, la doctrina cristiana ha defendido siempre la libertad personal, como constitutivo esencial de la dignidad humana. Toda la humanidad está llamada a alcanzar "la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rom 8,21). Pero la libertad humana está siempre situada y condicionada por las variadas y concretas condiciones de nuestra existencia histórica en el mundo.

Ya san Pablo advertía a los cristianos contra el peligro de que la vocación a la libertad fuese "pretexto para la carne" (Gá 5,13), es decir, para el egoísmo. La cultura contemporánea ha enfatizado unilateralmente el valor de la libertad, con lamentables concesiones al egoísmo humano. Hoy ha surgido una nueva cultura dirigida fundamentalmente a la satisfacción ilimitada de las propias necesidades y deseos egocéntricos. La teoría de la "autorrealización" ha sido mal entendida como liberación de todas las limitaciones y prohibiciones, a favor de la más completa y utópica espontaneidad e impulsividad.

La experiencia enseña, sin embargo, que no hay verdadera libertad sin la humilde aceptación de las propias limitaciones, el amor -que exige disciplina interior-, el respeto a la libertad ajena y el reconocimiento de la verdad, que trasciende todo deseo e interés propio.

Ignacio Ducasse

Obispo de Valdivia