Una buena noticia para el mundo católico es la próxima venida del Papa Francisco a Chile, anunciada para enero próximo. Se trata de la segunda visita de un líder de El Vaticano al país y, sin dudas, mantendrá el interés regional y nacional centrado en ella en los próximos meses.
Así sucedió también hace exactamente treinta años, cuando llegó Juan Pablo II al país y su presencia tuvo repercusiones importantes en una sociedad marcada por otras realidades políticas, mucho más duras que las actuales y sin espacios de manifestación pública o de agrupación. Por lo mismo, la mayoría de los eventos en los cuales el Pontífice participó tuvieron una connotación ciudadana especial, polémica y muy fuerte desde el punto de vista de las consecuencias posteriores, como el impulso que dio a la organización comunitaria, la visibilización de la pobreza y a los jóvenes como agentes de cambio.
En aquellos años se criticó la "instrumentalización" de la visita papal para fines distintos a los religiosos. Pero entonces -como en cualquier época- resultaba imposible que la presencia de una figura pública, jefe de un Estado con vínculos diplomáticos y con voz audible en la comunidad internacional, no tuviera esas connotaciones adicionales. Más aún considerando la situación interna del país en 1987.
Para Valdivia, eso sí, tuvo una arista distinta, pues a pesar de que el Santo Padre no la incluyó en su agenda, su comitiva trajo desde las catacumbas romanas una piedra base para la actual Catedral, construida con un esfuerzo ecuménico sin antecedentes.
Actualmente, nuestra región cuenta con un 62,5% de población que se declara católica (Censo de 2002, con media nacional de 69, 9%) y, aunque esta nueva visita tampoco considera a la zona; ella movilizará a gran cantidad de personas desde este territorio hacia Temuco, que es la ciudad más cercana en el itinerario papal conocido hasta ahora.
La preparación para participar formará parte de las noticias locales en los próximos meses y también abrirá la oportunidad para reflexionar sobre temas que a veces pasan a segundo plano, como la fe, la solidaridad y el recto proceder.