Con el saludo ¡Feliz Navidad!, expresamos a los demás los mejores deseos de Paz y Bien, al celebrar el Nacimiento de Jesús en Belén. Un acontecimiento, donde Dios Padre pone en juego todo su amor, enviando a su Hijo, nacido a través de un inédito encuentro entre lo humano y lo divino, entre una sencilla muchacha de Nazaret y el Espíritu de Dios. Una locura de amor tan revolucionaria y abrasadora, que muchos nos defendemos de ella, bien con la incredulidad, bien con el endulzamiento. Porque ante esta historia, de un Dios que se hace niño en un pesebre, los incrédulos dirán que es una bella fábula, y los creyentes lo vivirán como si lo fuera. No obstante, este amor de Dios, sigue inflamando nuestros corazones al menos de tres maneras: la música, el encuentro y la solidaridad.
La música y el canto de alabanza. Es admirable la cantidad de conciertos de orquestas, bandas, coros y grupos diversos de nuestra Región, que estos días hemos podido escuchar. Con la música expresamos los anhelos y sentimientos más profundos nuestros corazones, imposibles de ser reducidos a fórmulas o definiciones. Esto nos recuerda el canto de los ángeles: ¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!" (Lc 2, 13-14).
Los encuentros de familiares, amigos y compañeros. Estos días se multiplican los encuentros en torno a la mesa y los regalos, expresión del cariño que tenemos a los otros. Así como dentro de los envoltorios está el regalo, también dentro de los lugares de encuentro, la mesa compartida y los presentes, está el entrañable afecto de los colegas y amigos, pero sobre todo el familiar. Para este encuentro se prodigan innumerables viajes; como el que hizo María para ayudar a su prima Isabel y compartir su íntima experiencia de Dios (cf. Lc 1, 39-56).
La solidaridad que se prodiga más abundantemente en estas fiestas. ¡Cuantas iniciativas se han realizado estos días, para que nuestros hermanos más necesitados vivan con más dignidad! Es lo que hizo y enseñó Jesús, nacido en Belén, quien nos dejó como asignatura para toda la vida el amor: "porque tuve hambre y me dieron de comer…" (cf Mt 25, 34-40). Esta Navidad les invito a calentar nuestros corazones en la contemplación del pesebre, y a permitir que el niño Jesús ilumine nuestros cantos, encuentros y nuestras acciones solidarias en bien de toda persona.
Padre Gonzalo Espina P.
Administrador Apostólico de la Diócesis de Valdivia