Acabamos de vivir tres días de encuentros con el Papa Francisco. Encuentros con él, que, al mismo tiempo, han provocado numerosos encuentros entre peregrinos. Encuentros que han supuesto notables esfuerzo -pensemos en los largos desplazamientos y esperas de los peregrinos, en el trabajo de los voluntarios y de las comisiones de preparación, etc.- pero que, por sobre todo, han producido mucha alegría. El cansancio se podrá recuperar, la experiencia positiva del encuentro permanecerá e irá dando su fruto.
El Papa ha prodigado la escucha y las palabras de cercanía, orientación y estímulo del compromiso de todos por el bien común. Un regalo impagable, que bien vale todos los esfuerzos realizados.
La escucha previa se notaba cuando cantaba las maravillas de nuestra tierra, historia y culturas, cuando nos devolvía el valor de la propia identidad, cuando tomaba palabras de destacados chilenos, de los jóvenes o de la lengua originaria. Sus discursos fueron los de aquel que se informó y pensó en quienes le íbamos a escuchar. El conjunto de homilías y discursos han sido una seguidilla de luces para el camino y de fuerza motivadora para andarlo. En la Moneda invitó a construir la Patria, escuchando a todos, especialmente a los más vulnerables, buscando el bien común y cuidando la casa común. En este contexto pidió perdón por los abusos cometidos por ministros de la Iglesia, al tiempo que manifestó su vergüenza y el firme compromiso con las víctimas y con la prevención. En el parque O'higgins invitó a ser felices siendo constructores activos de la paz. En el conmovedor encuentro con las mujeres de la cárcel les habló de su dignidad, de pensar en el futuro y de la obligación de reinsertarlas.
En Temuco llamó a reconocer la riqueza de cada pueblo, construyendo unidad y solidaridad desde la pluralidad, evitando toda forma de violencia. En Maipú, le pidió a los jóvenes compromiso en la construcción de la Patria y de la Iglesia, estando siempre conectados, con la contraseña de la WiFi, dada por el P. Hurtado: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?". En La Universidad Católica recordó su vocación de servicio a la sociedad y de educar en el diálogo que provoca encuentro. En Iquique, cantó las maravillas de la fiesta religiosa y mariana, y pidió acogida y trato digno con los hermanos inmigrantes.
Gonzalo Espina P.
Administrador Apostólico Diócesis de Valdivia