Accidentes e ingesta de alcohol
Nueve personas murieron durante enero en la región en accidentes de tránsito. En varios de ellos, los choferes de los vehículos implicados habían bebido. Claramente , no basta que las instituciones encargadas de prevenir efectúen un evento playero estival con baile y entrega de volantes una vez al año.
Nueve víctimas fatales en accidentes de tránsito registra la estadística regional para enero de 2018. Y esto implica un aumento significativo, pues el año pasado en igual fecha se produjeron seis, de acuerdo al informe de Carabineros.
Todos estos hechos son lamentables y la primera reflexión frente a ellos es qué ha fallado en el control, la prevención y en los mensajes de autocuidado, pues -lamentablemente- en la mayoría de los sucesos estuvo presente el alcohol como factor. Es decir, el conductor de alguno de los vehículos implicados en los accidentes mencionados había bebido antes de sentarse al volante.
¿Por qué sucede esto? Quizás no se ha entendido con claridad el grave riesgo personal y colectivo que implica esa conducta; tal vez la fiscalización caminera es insuficiente; a lo mejor falla el control social y el entorno de un bebedor relativiza los efectos que una copa de más en el cuerpo; o el verano relaja todas las costumbres al punto de olvidar las mínimas medidas de autoprotección.
Probablemente todas las afirmaciones anteriores son ciertas. El hecho es que todavía no se dimensiona el enorme daño que puede causar alguien que guía una máquina y no está en condiciones de reaccionar a las condiciones de tránsito.
Ante este escenario, claramente se necesita una revisión de las acciones de restricción. Los controles deben multiplicarse y los castigos hacerse más estrictos. No puede ser, por ejemplo, que un chofer con condenas por manejo en estado de ebriedad circule libremente por rutas turísticas, como ocurrió el fin de semana en Panguipulli, cuando un hombre borracho, sin licencia y con antecedentes por causas similares estrelló su auto contra una señalética y provocó el deceso de su pareja.
Por otra parte, las campañas para tomar conciencia también deben revisarse. Claramente (y los resultados así lo indican), no basta que las instituciones encargadas de prevenir efectúen un evento playero estival con baile y entrega de volantes o afiches una vez al año. Falta educación real, internalización de conductas preventivas, que se activen antes de la decisión individual de beber o conducir.