Destacan trabajo ciudadano en libro sobre el Humedal Angachilla
MEDIOAMBIENTE. Vecino de la Villa Claro de Luna relata las labores que han desarrollado como comunidad para recuperar y conservar este espacio, que forma parte del Plan de Humedales del gobierno.
En 1996 Fredy Vargas y su grupo de cross-country salían cada fin de semana a recorrer el sector costero de Valdivia, hasta que un día decidieron variar la ruta. Junto a sus amigos comenzó a explorar el sector que bordeaba el Fundo Huachocopihue y, así, conoció el Humedal Angachilla -Lugar de Zorros-, localizado en la zona sur este de la ciudad. "Era un día soleado de mediados de noviembre. Fue muy agradable pisar un pasto suave y alto. Se confundían los aromas de la tierra húmeda con los de laureles, arrayanes en flor y la luma", relata Vargas, quien en su recorrido también vio cisnes de cuello negro, patos silvestres, taguas y garzas blancas. Uno de sus amigos bromeó: "Aquí hay muchas cazuelas". Pero él le respondió: "Se ven lindos donde están. No me gustaría ver un cisne dentro de una olla".
Tan solo tres años después, ese lugar que tanto le había gustado se convirtió en el patio de su casa. Vargas se trasladó a vivir en los departamentos de la Villa Claro de Luna, ubicados a 200 metros del humedal. Hoy es un vecino conocido por su trabajo medioambiental en ese sector, lo llaman "el guardián del humedal" y gracias al financiamiento del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura editó el texto "Una pequeña historia del humedal Angachilla", junto a Claudia Sepúlveda y Montserrat Lara. En él habla sobre su historia personal con el sitio, pero además incluye información sobre los humedales de Valdivia, datos específicos sobre el de Angachilla, catastros de flora y fauna, entrevistas a antiguos vecinos y opiniones de profesionales ligados a este tipo de territorios.
Evitar microbasurales
Fredy Vargas nació en el sector de Trafún, en la comuna de Río Bueno. Trabajó durante años como vendedor y ahora que está jubilado se dedica a elaborar artesanías con flores. También ocupa gran parte de su tiempo en recorrer el humedal, levantar todas las botellas plásticas y latas de bebida y cerveza que encuentra esparcidas y mirar la naturaleza. Junto con eso, realiza educación ambiental.
Esta labor se volvió periódica a fines de 2004, cuando junto con el presidente de la junta de vecinos de la Villa Claro de Luna, Jaime Rosales, decidieron limpiar el sector La Punta y el humedal. "Lo que más queríamos era proteger a los niños, porque nos dimos cuenta de que toda la zona se estaba convirtiendo en un microbasural. ¡Y los niños estaban jugando ahí, sobre la basura!", explicó. Con el tiempo, los vecinos comenzaron a avisarle cuando veían llegar carretones, camionetas o camiones a dejar desechos.
Trabajo comunitario
A partir de 2007 el trabajo comenzó a ser más formal. Con la junta de vecinos empezaron a postular a fondos públicos. Con ellos compraron herramientas y construyeron miradores, el Del Barro y el Del Agua. Ambos con piedra laja. Además, organizaron jornadas de limpieza y plantaron especies nativas. En 2008 comenzaron a funcionar como comité ecológico y su inscripción legal fue realizada en 2011.
"Para el año 2009 el tema de la protección de los humedales en Valdivia había tomado bastante fuerza. Reflejo de ello fue la gran cantidad de eventos y seminarios a los que fuimos invitados, ya sea como junta de vecinos o como comité ecológico. Estos eventos no solo ocurrieron en nuestra ciudad, también en otras ciudades de Chile", contó. Ese año aprendieron a identificar las aves del sector. Les ayudó el ecólogo de la Universidad Austral de Chile, Iván Díaz. "Nos enseñó a reconocer los tipos de aves en censos guiados. En los años posteriores hemos seguido realizándolos. Llevo un registro donde anoto los resultados y, con ello, espero estar aportando a mostrar que es un sitio de importancia ecológica", dijo. Ha registrado la presencia de 47 especies. Entre ellas, el choroy, la garza cuca y -su favorito- el sietecolores. Mide entre 10 y 11,5 centímetros y -como su nombre lo indica- su plumaje tiene múltiples colores, entre ocho y nueve.
En 2010, gracias a un Fondo de Protección Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente, construyeron senderos y miradores en el terreno; instalaron letreros y cercos, realizaron acciones de reforestación y talleres para vecinos y niños.
Incluso crearon un vivero, con alerces, coihues, arrayanes y notros -entre otras especies- como también hierbas medicinales. "En junio realizamos una emotiva jornada de plantación de árboles a la que llegaron muchas autoridades. Esta actividad fue un hito para nosotros, fue un momento de reconocimiento de todo el trabajo de recuperación del humedal", expresó. En el humedal hay unas 28 especies nativas de flora, entre ellas avellano, arrayán, frutilla chilena, maqui y olivillo. Y con el tiempo, han sido desarrolladas muchas más actividades. Cuando Fredy Vargas mira hacia atrás, su reflexión es "más allá de lo destacable del esfuerzo de los vecinos por proteger nuestro humedal -de contaminación, rellenos ilegales o construcciones- es más que nunca necesario que el Estado, el Gobierno Regional y el municipio aporten recursos para que las comunidades cuiden su patrimonio ambiental".
En un paseo con Fredy Vargas por el humedal, su entusiasmo por contar lo que ha visto y sabe es lo que más se destaca. También, un poco de frustración. Los vecinos han pintado murales que han sido destruidos, los letreros con información sobre las especies que habitan el humedal fueron cubiertos con graffitis, a veces ingresa gente para robar pasto o tierra de hoja, hubo personas que se llevaron los alerces plantados y cada semana debe recoger decenas de plásticos y latas. "Me da vergüenza cuando veo que pasa eso", aseguró.