Correo
70 años de un récord
El récord mundial de salto alto, establecido el 5 de febrero de 1949 por el capitán de Ejército Alberto Larraguibel y su caballo Huaso, es uno de los grandes hitos deportivos de nuestra historia.
30 años después de la marca en 1979 a Larraguibel un periodista afirmó "Tal vez, una hazaña así no ocurrirá nunca más", a lo cual el jinete respondió: "No, yo estoy convencido que es posible. Sólo es necesario que se dé, como se me dio a mí, esa armonía perfecta de caballo y jinete, de equilibrio y velocidad, y que haya otro hombre dispuesto a lanzar su corazón por encima del obstáculo e irlo a buscar, sin vacilaciones, al otro lado".
A 70 años del salto inmortal de Huaso y del capitán Larraguibel aún no ha existido binomio con la armonía, velocidad y equilibrio dispuesto a lanzar su corazón.
Francisco Sánchez Historiador francisco.sanchez@acague.cl
Un salto inmortal
Hoy el Jardín de salto "Teniente Guillermo Milnes" del Regimiento de Caballería N° 4 "Coraceros" de Viña del Mar ya no existe, en su lugar hay edificios y una calle.
Sin embargo el 5 de febrero de 1949 casi 6000 personas lo repletaron, incluyendo al presidente de Gabriel González Videla, cadetes del buque francés "Juana de Arco", jinetes de Bolivia y Colombia, además de delegados observadores de Perú, Bolivia, Colombia y Honduras. ¿Que acontecía? dos binomios el Capitán Larraguibel y "Huaso"; junto con el Teniente Luis Riquelme y "Chileno" tratarían de romper el récord mundial de salto alto establecido un par de años antes.
El Teniente Riquelme y "Chileno" no podrían romper la marca ese día, sin embargo el Capitán Larraguibel y "Huaso" lo lograrían en el tercer intento, obteniendo para la disciplina ecuestre chilena una marca aun no alcanzada nuevamente.
Ese salto inmortal terminó entre abrazos y vítores, Larraguibel rodeado por la muchedumbre fue despojado de su fusta, botones y presillas, todos querían un recuerdo de aquel hombre sencillo que pasó a la historia.
Un salto inmortal que a 70 años es recordado con un monumento a metros del lugar de los hechos y que nos recuerda que un jinete chileno "no protesta contra el destino, él esta dispuesto a vencerlo".
Federico Urra Profesor de Estado (Jubilado) federico.urra.lozano@gmail.com
Accidente bus Pirehueico
Siento una profunda tristeza por el terrible accidente que afectó en enero a la empresa Pirehueico y en el cual perdió la vida uno de sus conductores. Se trata de una organización familiar, humana, afectuosa. Permítame mandarles todos mis cariños y consuelo, porque solamente Dios dirige nuestros destinos.
Alicia Bustamante
El poder de la palabra
Como unidad léxica de la lengua, la palabra es objeto de estudio de la Lingüística. Es la unidad mínima de significación que como hablantes poseemos para referirnos al mundo de las cosas, acciones y atributos.
En el Génesis ya se destaca su valor al indicar el poder creativo desde la Divinidad. Clayton (2004) en "El Lenguaje de Dios" escribe que es el medio por el cual "el Creador proyectó los mandatos del Eterno".
Así, tiene el poder de curar, enfermar, enseñar, dañar, amar u odiar. La palabra todo lo puede. Por eso es que debemos siempre prestar atención al uso más allá de las simples estructuras verbales.
La palabra debiera ser un prototipo de perfección musical en la armonía al pronunciarla convenciendo, felicitando, expresando acuerdo o desacuerdo y no convertirla en un arma de doble filo.
Como hablantes tenemos la responsabilidad de exaltarla elevándola hasta lo más alto y no convirtiéndola en un infierno de difamación. Es el asiento del Ser, dice O. Uzcátegui (1999) en el "Hombre Absoluto"; debemos aprender a usarla para hablar de lo bello, justo y verdadero.
De lo contrario éstas - las palabras - pueden llegar a convertirse en monstruos destructivos cuando una mentira pueda convertirse en verdad o viceversa.
Contienen un valor interno y otro externo: lo primero es lo que conocemos como significado, substancia o contenido, y, lo segundo hay que buscarlo en las dimensiones superiores del espíritu. Por alguna razón en el campo del Derecho nos hablan del "espíritu de una ley".
Así cuando hablamos tenemos el poder de seducir, convencer invocando una vivencia, imagen o experiencia, idea desde donde emana nuestra naturaleza psicológica.
Las palabras pueden llegar a ser "rosas ígneas" de nuestras formas de pensar o sentir que chisporrotean entre los laberintos del entendimiento humano. Es lo que nos sucede cuando leemos el titular de un medio o una obra literaria. El poder del verbo polarizado negativamente, enfatiza Uzcategui, nos puede conducir a "los brazos de la muerte".
Omer Silva Villena Profesor/Lingüista osilvaville@gmail.com