Informe Scicluna
Hace unos días estaba sentado en una banca en el centro de mi ciudad cuando pude observar dos personas conversando y por cuyo costado pasó otro hombre corriendo y sin saludarlos. Por lo que pude percibir, el hombre también iba angustiado: algo urgente le habrá pasado. Sin embargo, las dos personas que estaban conversando se dijeron entre sí "qué tipo más mojigato… y eso que va a misa".
Redondeando las cifras oficiales, de los 1.200 millones de católicos alrededor del mundo, 400 mil son clérigos y 5 mil son obispos, lo que sumando y restando, deja un universo total de un poco más de 1.199 millones solamente de fieles en el mundo, vale decir, el 99,9% de la Iglesia Católica somos laicos o laicas.
Aquel 99,9% de la Iglesia Católica tenemos una tarea difícil: ser en el mundo testimonio de lo que creemos. Tan difícil es esto, que por intentar ser fiel a Jesús, la vara que el mundo nos exige es bastante alta: no basta con que seamos buenos padres, hijos, tíos, hermanos, trabajadores y/o estudiantes, pues ante un mínimo error o mal entendido, se nos reprochará con sarcasmo: "y eso que va a misa".
Saco a colación esta desigualdad de expectativas y de trato, porque tanto en la vida cotidiana como en uno u otro medio de comunicación, aún se escuchan voces que siendo muy severos con los errores en el diario quehacer del laico o laica, no escatiman su condescendencia hacia los delitos cometidos por los curitas u obispos.
Por ejemplo, el arzobispo Scicluna dijo que su informe de 2.300 páginas no será entregado a la Fiscalía pese a las solicitudes realizadas por el Ministerio Público. Esta decisión es gravísima pues lo único que hace es volver a exponer y revictimizar a quienes sufrieron abusos sexuales a los que tanto la jerarquía, de un día para otro, dice querer proteger; y al mismo tiempo, reafirma la cultura del secretismo que tanto daño nos hizo. Ante todo esto, ¿quién le ha reprochado a Scicluna y al Papa el antitestimonio que esto significa? Más bien, las instituciones lo toleran, los jueces callan, los fieles celebran y los opinólogos lo justifican.
Tan desigual es la vara con la que se mide al laico de la jerarquía, que si Usted señor lector, al ser requerido por fiscalía reconoce ante el persecutor conocer graves delitos pero que no lo informará porque no quiere, le pido que cuente cómo le va. Y más aún, si a lo anterior se le agrega que usted tenía un deber de garante para con la víctima, con seguridad un juicio se le vendrá encima. Pero, mientras todo eso pasa, ¿qué arriesgan los clérigos en una situación similar?
Juan Carlos Claret Pool juancarlosc1993@gmail.com
Déficit en municipalidades
Cuando la Contraloría General de la República decidió adoptar las Normas Internacionales de Contabilidad para el Sector Público (NICSP), declaró públicamente su voluntad de aplicar el criterio de devengo como pilar fundamental en la adopción de esta normativa.
Este criterio consiste en el registro de ingresos y gastos independientemente de los flujos de efectivo recibidos o entregados. Esto permite que los usuarios de los estados financieros tengan la información íntegra de gastos e ingresos.
En los últimos días, se ha sabido que las municipalidades aplicaron un criterio distinto al de devengo, mostrando ingresos que no necesariamente corresponden al total de operaciones ocurridas en un periodo determinado. La aplicación de una diversidad de políticas contables obstaculiza la transparencia y la comparabilidad de información entre las reparticiones públicas.
Por lo mismo, resulta urgente la resolución de los problemas de fiscalización de las cuentas municipales, con la asistencia de expertos en Contabilidad; la adopción definitiva del criterio de devengo, la asignación adecuada de recursos a los entes reguladores y el entrenamiento de los equipos de fiscalizadores.
Todo esto colaboraría con la reducción de las rotaciones de profesionales y desfases entre las diversas etapas de fiscalización.
Leonardo Torres Académico Facultad de Economía U. de Chile
Los scooters no son juguetes
Algunas personas, pueden llegar a subestimar los scooters o monopatines eléctricos, quizás por su origen o por su aspecto "inofensivo", sin embargo, la realidad es que estamos ante un vehículo que puede alcanzar velocidades de entre 30 y 40 km/h, lo cual lo convierte en un agente más a considerar en la vía pública y que requiere de un actuar responsable para su conducción.
Como es de esperar, al sumarse un nuevo actor al uso del espacio vial urbano sin regulación alguna, afecta negativamente a la convivencia vial, en contra del espíritu de la ley promulgada hace casi 1 año atrás.
Si bien los scooters vienen a sumarse a un ecosistema de modo que aportan a la ciudadanía respecto a la movilidad urbana (para así dejar de un lado el uso de automóviles), es necesario que su incorporación no represente un potencial peligro para terceros e incluso para el mismo usuario. Se debe regular su uso (fiscalizando también su mal uso) y las condiciones mínimas para poder conducirlos de manera segura para todos los usuarios del espacio vial urbano.
Alejandro Torres Académico Fac Ingeniería, U. Central