Hace pocos días fue conmemorado el 31º aniversario del triunfo de la opción No en el Plebiscito del 5 de octubre de 1988. Los representantes nacionales y regionales de la antigua Concertación por la Democracia realizaron actos públicos para recordar el hito histórico que puso fecha de término al gobierno militar y dio inicio al retorno a la democracia.

Ese día a nivel nacional el No ganó por 56% de los votos, en un proceso que contó con más de siete millones de votantes. En la actual Región de Los Ríos la Opción No obtuvo mayoría en las comunas de Valdivia (54%) y de Corral (65%). En las diez restantes obtuvo mayor porcentaje la Opción Sí.

Además de recordar ese momento, desde la oposición hicieron un llamado a la unidad de su sector en torno a los desafíos electorales que se aproximan. El mensaje es interesante y potente; pero claramente no se termina en un solo sector político, pues tanto en Los Ríos como a nivel país se observan divisiones al interior de las diferentes tiendas, además de apreciarse espacios insalvables entre ellas. Ese escenario, sin dudas, afecta la conducción adecuada de la nación y genera molestia e inseguridades en la ciudadanía, la cual observa más rencillas internas que acuerdos de largo plazo centrados en el bien común.

Así visto, trabajar por la unidad es algo necesario para todos los actores políticos que existen y que tienen una responsabilidad en la toma de decisiones y el liderazgo de la nación desde los gobiernos locales, el poder Legislativo y el Ejecutivo. Todos necesitan acuerdos en sus respectivos espacios partidarios, pero en conjunto deben lograr también una mirada colaborativa de largo plazo para Chile y la región.

Esa actitud es la que también recuerda el hito histórico de 1988, pues marcó una ruta consensuada previamente y presente en la Constitución. Ese día ganó la opción que permitió las elecciones de 1989 y la posterior transición, marcada por avances significativos logrados sobre la base de acuerdos amplios y transversales, que -a pesar de las críticas por su lentitud y hasta escasa profundidad- logró cambios y desarrollo para las recientes tres décadas.

Como un hijo que desconoce a sus propios padres, o el soldado que abandona filas en medio de la guerra para esconderse en un país extraño, así se siente la actitud política -o más bien la falta de actitud política- de todos aquellos parlamentarios que caminando con los ideales de la educación pública durante años, deciden girar hacia la derecha para defender los principios de la educación privada. ¿De verdad creyeron que el libelo para destituir a la ministra Marcela Cubillos era el mejor momento para hacer noticia?, ¿En serio prefieren traicionar a sus votantes, perjudicar a las clases trabajadoras y echarse al bolsillo a casi el 40% de los niños y niñas chilenos que estudian en la educación pública antes que ser fiel a las convicciones pactadas?.

Resulta raro pensar que aquellos que normalmente enarbolan banderas de izquierda militante, que incluso abordan las discusiones sobre garantías básicas (educación es una de ellas) desde un escenario de izquierda tradicional, sean los mismos que hoy votan contra todo pronóstico a favor de la derecha sin importar las consecuencias, son outsiders dentro de la oposición, simplemente forasteros.

En esta dinámica de la "transversalidad política" se traicionan confianzas, se vuelve todo muy ambiguo, y permítanme decirles que, aún cuando podamos llegar a acuerdos programáticos con partidos oficialistas, frente a ciertos temas (educación es uno de ellos) se deben tener posturas claras e infranqueables, solo así se representan los ideales de un colectivo, caminando por una vereda que no tiene baches ni atajos.

En lo personal, y esta es mi declaración de principios al respecto, no traiciono mi historia, fui formado en escuela pública, y estudié en el reconocido Insuco, imagen exitosa de la formación técnico profesional de la educación pública chilena. Crecí en un campamento, mi madre fue asesora del hogar y mi padre un comprometido obrero, mis hermanos y yo somos profesionales universitarios formados en importantes instituciones sin fines de lucro, debimos trabajar para estudiar, yo personalmente fui cartero y laborante universitario para cumplir mi sueño, así fue en pregrado, así fue en postgrado, así sigue siendo hasta hoy, así debe ser, los servidores públicos no podemos reñir con nuestro pasado para defender intereses personales, esa deserción es cobarde y egoísta.

Marcos Ilabaca

Diputado PS por Los Ríos.

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