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Un momento de revisión histórica

Hoy es un día con significado profundo para Chile, que recuerda el desafío de mirar la historia y levantar el futuro.
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A cuarenta años del golpe militar que cambió la historia reciente de Chile, la comunidad de región de Los Ríos exhibe heridas difíciles de borrar. Como en todo el país, hay víctimas de la violencia que aún esperan justicia, familiares que arrastran recuerdos y dolores, lugares que se asocian a una época muy dura.

Hay también personas que apoyaron los hechos de 1973 y que piden mirar su génesis antes de elevar críticas. Otros, que recién ahora dimensionan el horror que nunca apreciaron en su contexto y que asumen responsabilidades (o no) con la distancia de los años.

Además, están las nuevas generaciones, que no vivieron los acontecimientos, pero recibieron los relatos y el país que se construyó en cuatro décadas, con un sistema económico, político, social y comunitario, que les corresponderá como herencia.

Todos comparten hoy este territorio, desde el cual, más que en muchos otros lugares, se ha demostrado que es posible superar las diferencias y mirar hacia adelante en conjunto. Quizás en ese punto, nuestra zona tenga mucho para mostrar, más aún en este momento de revisión crítica de la historia, desde el cual se hace urgente construir el futuro.

La región de Los Ríos se levantó como sueño y como realidad territorial, poniendo la fuerza en aquellos elementos que unían a la ciudadanía y no en los que la separaban, porque existía un ideal superior, que cruzaba corazones y mentes. No se hizo diferencias y se logró un objetivo.

Chile necesita hoy lo mismo. Suma de voluntades para sanar y construir. Y eso pasa por encontrar las verdades pendientes, por reparar los daños causados; pero también por mirar hacia adelante y trabajar en conjunto por un desarrollo armónico, más igualitario, respetuoso de verdad con las personas y sus derechos.

Para avanzar en esta dirección hay al menos un paso dado: el consenso respecto que estos hechos que hoy se conmemoran, no pueden volver a ocurrir jamás. Es preciso aprender, para nunca repetir un episodio de esta naturaleza. Y esa voluntad, puede vislumbrarse en forma transversal, a pesar de todas las polarizaciones que también afloran.

¿Quién forma a los formadores?

Desde Los Ríos se puede comprender el dolor y la necesidad de justicia. Pero también se exhiben pruebas de que la unidad es posible, a pesar de las diferencias.Los programas de formación de los profesores tienen escasa vinculación con los curricula de la formación básica
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En Chile, a pesar de haber protestado, analizado y criticado la casi totalidad de los aspectos inherentes al sistema educacional, poco se ha dicho o resaltado acerca de los procesos de formación de los profesores. Y ahí, a nuestro juicio, nace uno de los grandes problemas de nuestra educación. Y no me referiré a los cuestionables programas de formación de "día sábado" sino a los programas regulares de las Universidades del Consejo de Rectores.

Si uno revisa los programas de formación de los profesores, estos tienen escasa vinculación con los curricula de la formación general Básica y Media, (ni qué decir de la Educación Media Técnico Profesional). Los académicos a cargo de las asignatura, rara vez han pisado un aula "real". La mayoría de las veces se reflexiona desde una teorización de la especialidad o área del conocimiento con una muy relativa aplicación práctica. La mayoría de los alumnos visita por primera vez un establecimiento educacional en el último año de su carrera, donde sufre un terrible bajón anímico porque, naturalmente, nunca se imaginó la realidad donde desempeñará su vida profesional, ni tiene la formación pedagógica para guiar a ese conjunto de niños y jóvenes a quienes tiene que "educar". Estas paradojas, sumadas al innegable poco aprecio social de las carreras de pedagogía y a la atracción de alumnos con bajos puntajes en las pruebas de selección universitaria, hace que este eslabón base de todo sistema educativo constituya una debilidad capital al momento de evaluar la calidad de la educación chilena. Si comparamos el nuestro con sistemas de educación diametralmente opuestos como el finlandés, por ejemplo, comprobamos que los profesores se forman en la práctica. Es allí donde se validan y se constituyen en referentes sociales, respetados y valorados por su medio. Los profesores han dejado de ser meros eslabones que repiten un curriculum normalizado a nivel nacional y se han transformado en mediadores del conocimiento a través de un trabajo en equipo. Conciben el aula como un laboratorio para la continua innovación. Su responsabilidad es lograr que los alumnos lleguen al más alto nivel con sus estilos propios de aprendizaje. Trabajan colaborativamente con profesionales de laboratorios, centros científicos y museos. La carrera de formación de profesores es altamente valorada y llegan los mejores: hace dos años, de 1600 postulantes sólo fue aceptado el 10%. Es decir, casi una selección de talentos. Y en Chile ¿Cuándo llegaremos a estas cotas de excelencia?