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Con la vida en riesgo

Cuesta entender que todavía aparezcan situaciones como la del bote a remo con 17 personas a bordo.

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Con cierta frecuencia se conocen hechos que concitan el interés público y no precisamente porque se trate de situaciones que motiven el elogio ciudadano, sino que, por el contrario, despiertan la indignación de la comunidad por los detalles que las componen.

Es el caso de lo sucedido hace un par de días en Valdivia, cuando la autoridad naval comprobó la veracidad de una denuncia que apuntaba a la utilización de un pequeño bote a remos para el traslado de nada menos que 17 personas, incluyendo a un importante número de niños, por el torrentoso río Tornagaleones, en el sector costero de la provincia.

Afortunadamente, el final de este episodio se puede resumir con las sanciones monetarias que recibieron los adultos causantes de la situación, pero no hay que tener mucha imaginación para afirmar que se estuvo muy cerca de la ocurrencia de un hecho de gravísimas consecuencias.

Nuestra gente sabe lo que pasa cuando una embarcación pequeña recibe demasiada carga humana. En las últimas décadas todavía se recuerdan desgracias como la del pesquero Calypso, que trasladaba deportistas cuando se hundió en la bahía de Corral a principios de los años 90, y de la embarcación Santita, en el lago Maihue, durante la década pasada. La suma de fallecidos de esos dos episodios llega a cerca de 40 y en ambas hubo muchos niños como inocentes víctimas, ya que no tuvieron la opción de decidir si subían o no a la embarcación en aguas tan agitadas como las que existen en la región.

Es posible que en el mejor de los casos los viajeros del Tornagaleones hubiesen llegado sin novedades a su destino, pero también es innegable que la situación era evitable, porque no había razones para realizar la travesía en esas condiciones.

Fue la inquietud de un testigo lo que impidió que la aventura continuara más allá de lo aconsejable, pero no deja de inquietar que todavía se insista en tentar a la suerte de manera tan irresponsable y, sobre todo, cuando hay niños entre las personas impulsadas a hacer una apuesta tan complicada.

Conocimiento y poder

Nuestra gente sabe lo que pasa cuando una embarcación pequeña recibe demasiada carga humana.

Han impuesto una única manera de entender y hacer la política.

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Las sociedades mapuche y chilena han establecido relaciones desde las más incluyentes (parentesco) a las más excluyentes (guerras).

La pretendida integración a los modelos desarrollistas de los Estados de Chile y Argentina, ha desagregado las bases de los mapuche como pueblo, por las incompatibilidades entre las maneras de vivir de las gentes. Los sectores que han controlado el poder en la sociedad chilena, han impuesto una única manera de entender y hacer la política. Pero, la sociopolítica mapuche se fundamenta en normativas para el comportamiento en lo público y lo privado - el AzMapu-; por lo que conocerlo e interpretarlo en los eventos políticos, permite explorar el poder mapuche como un espacio abierto y pleno de significados.

Las relaciones y organización política parecieran estar fragmentadas y dispersas entre los mapuches, pero no así el conocimiento transmitido en las familias. Está en las narrativas que describen los linajes, en los relatos de vida, en las autobiografías, en los libros de vida, dictados o escritos por dirigentes.

Proliferan los trabajos de los propios profesionales mapuches, usando también recursos audiovisuales que van (re) (de) construyendo las historias y (re) haciendo la historia.

No es el conocimiento en sí que otorga poder, porque todos tienen conocimiento y lo producen o lo reciben tanto de los espíritus -machi-, en la socialización de los mensajeros -werken-, de los que cuentan la historia de las familias -weupife-, del sabio y experimentado que conoce de las cosas relacionadas con los espíritus -genpin.

Son las fuerzas de los antepasados y de la naturaleza, son las normas que regulan y constituyen el Azmapu las que detentan el poder e influyen provocando cambios en las vidas de las personas, de las familias y de la sociedad.

Las nuevas condiciones políticas exigen asumir que no hay una única verdad para explicar lo que ocurre, sino varias verdades que deben ser reconocidas constitucionalmente en su justo derecho de existir.

Instituto de Estudios Antropológicos Uach