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Qué bueno es estar con Dios

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Este domingo, segundo de Cuaresma, se nos ofrece el texto de la Transfiguración del Señor (Mt 17, 1-9). La experiencia vivida por los tres discípulos que acompañaron a Jesús al monte Tabor, es una experiencia de encuentro íntimo con el Señor, que difícilmente se puede expresar con palabras porque es una vivencia mística.

Según el relato del evangelio, "su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz". Ante la presencia del rrsotro del Señor transfigurado, también los discípulos resplandecen su mirada. Fijar los ojos en el rostro del Señor se transforma en una fuente riquísima de nuestra espiritualidad cristiana, es adonde debemos tender en nuestro seguimiento cristiano, reflejar en nosotros la presencia de Jesús. También nosotros debemos transfigurarnos con Él.

"Qué bien es que estemos aquí", es la expresión de Pedro ante esta manifestación gloriosa del Señor. ¡Qué bueno, qué bello es estar en la presencia de Dios! ¡Qué bien es vivir en su gracia, qué bien es vivir en comunidad! Pero no solamente se trata de ver el rostro de Jesús y contemplarlo, sino que también es muy importante escucharlo. Ésta es la Palabra de Dios Padre que baja desde el cielo. ¡Escúchenlo! Es precisamente este tiempo de Cuaresma un tiempo para escuchar la Palabra de Dios, especialmente en la Biblia.

Los discípulos que se habían asustado ante estas palabras del Padre Dios y habían caído rostro en tierra, son invitados por Jesús a dejarse levantar por Él y a no tener miedo. Creer en Jesús significa dejarme llevar por el Espíritu, pero en libertad y sin miedo. La persona libre no tiene miedo; el verdadero creyente camina en la confianza de un Dios que es amigo del ser humano.

Sacerdote