Ante tragedias como las de Valparaíso, se busca a los voluntarios; pero pocos les hacen caso cuando ellos evidencian el peligro.
El gran incendio que enfrenta Valparaíso desde el sábado ha impactado a la comunidad nacional por la voracidad del fuego, la gran cantidad de daños causados y el dolor de las personas damnificadas. A pocos días del terremoto en el norte, esta nueva tragedia nacional obliga a redoblar esfuerzos solidarios con los afectados y nos recuerda la fragilidad humana ante la naturaleza.
Por otra parte, se abre una nueva lección sobre la urgencia de generar una cultura nacional preventiva para enfrentar las emergencias, pero también para ayudar a preparar las ciudades para hechos que inevitablemente sucederán, considerando la geografía, condición geológica o la historia de la tierra que habitamos.
En este caso se ha reflotado el problema de recursos que existe a nivel nacional para combatir incendios de gran envergadura (la falta de aviones cisterna, por ejemplo) y las pocas atribuciones que tienen los cuerpos de bomberos para pedir que se implementen medidas de seguridad como vías suficientemente anchas, carreteras con retornos, copas de agua, estanques de acopio, aljibes.
La construcción porteña ha crecido sin tomar en cuenta estas realidades y ahora se ven las consecuencias. En Los Ríos pasa lo mismo y la tragedia de Reumén (con menor magnitud de fuego pero con un número de víctimas fatales muy similar), muestra que los pueblos pequeños se están quedando sin fuente de agua en caso de incendios, entre muchas otras situaciones riesgosas en las cuales no se ha oído a los voluntarios. Aunque ellos sí han tocado puertas para hacerlas ver y evidenciar el peligro.
A la luz de lo ocurrido, entonces, es necesario que en Chile se aborde seriamente el problema.
El cuerpo de Bomberos de Chile nació luego de un gran incendio en Valparaíso en 1851. Después de él surgió el de Valdivia, en 1853 y más tarde vinieron todos los demás del país. Ahora, ante otra gran catástrofe en el puerto, es tiempo de apoyar la labor de esos bomberos y otorgarles una voz que realmente sea oída y respetada, por ley, en decisiones viales y de urbanización. Solo así podrá hacerse efectiva la prevención y no solo la reacción ante catástrofes.