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La Capital cierra luego de 77 años en el comercio valdiviano

fábrica de sombreros. Tienda familiar y emblemática abre hoy por última vez. Es la más antigua que funciona en la actualidad y desde 1959 está en O'Higgins N° 396.

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Luego de 77 años de presencia en el comercio valdiviano y nacional, hoy en la tarde cierra sus puertas la histórica Sombrerería La Capital, ubicada desde 1954 en O'Higgins N° 396 de Valdivia.

El cierre de la fábrica fundada el 25 de febrero de 1937 por Daniel Velásquez Hernández representa parte del proceso de cierre que con el paso de los años ha tenido la mayoría del comercio familiar valdiviano.

La decisión de bajar su cortina, asegura Fernando Velásquez, hijo del fundador del negocio; obedece a las nuevas condiciones del comercio, que incluye la irrupción de las tiendas de retail; la desaparición paulatina de las empresas proveedoras; la carga laboral y los deseos familiares de tomarse un descanso. Aunque nadie asegura que en un par de años, no surja de nuevo el ánimo para el regreso. Pero por ahora, el cierre de las puertas de La Capital no tiene marcha atrás.

Hoy, el local abrirá ininterrumpidamente, de 10.30 a 19 horas, en su último día abierto al público y como fue habitual en los últimos 24 años, con la administración de María Vallejos (viuda del fundador) y su hija Raquel Velásquez, quienes cuentan con la colaboración de otro de los hijos: Fernando y el nieto, Víctor Velásquez.

La historia que dio origen a la Sombrerería La Capital comenzó en 1912, con el nacimiento de Daniel Velásquez Hernández en la isla de Calbuco, en la provincia de Llanquihue. En 1929 él llegó a Valdivia en búsqueda de un nuevo futuro y comenzó a trabajar en la Sombrerería Pompadour, que también estuvo en calle O'Higgins. 'Eran tiempos en que la fábrica de sombreros era un buen negocio', señala Fernando Velásquez.

Paralelamente con su trabajo inicial, el patriarca Daniel Velásquez comenzó a trabajar en su casa y atendía particularmente a domicilio. Así, hasta que a fines de 1936 se estableció en calle Picarte y el 25 de febrero de 1937 fundó La Capital, a un costado de donde hoy se encuentra la Caja de Crédito Prendario.

Pero, un incendio originado en la propia fábrica consumió la vivienda, a mediados de los '40. Luego, trasladó su local a Chacabuco, donde también fue afectada por un incendio, a mediados de los '50.

En 1959, Sombrerería La Capital abrió sus puertas en la ubicación que ocupa hasta hoy, en O'Higgins N° 396. Allí, la familia Velásquez vivió el terremoto de 1960, el auge del negocio de los sombreros y la caída del negocio, además de la muerte del fundador Daniel Velásquez, en 1990.

CAÍDA

Fernando Velásquez relata que uno de los años que marcó el comienzo del declive del negocio fue 1973, cuando luego del golpe militar fue expropiada en Santiago la fábrica proveedora Cintolessi, creadora de la marca Canadian y la cual trabajaba el cuero y el pelo de la nutria.

Cintolessi fue transformada en fábrica de gorras militares y luego se fue a la quiebra. La Sombrerería Girardi y Emilio Atalah remataron el equipamiento y la marca Canadian.

Pero, los sombreros nunca volvieron a tener la misma calidad, recuerda el propietario de La Capital. 'Los sombreros Canadian comenzaron a ser fabricados con pelo de conejo angora', agrega.

Paralelamente , los vendedores de estas tres grandes fábricas recorrían el país ofreciendo sus productos.

'Las sombrererías de provincias nos abastecíamos de clochas (base para fabricar un sombrero) y de pelo de nutria y luego de conejo', recuerda.

El paso del tiempo fue delimitando y complicó la continuidad del negocio. Luego comienza a cerrar la fábrica Atalah en los '90, cuando las nuevas generaciones deciden no continuar con la empresa.

El 30 de noviembre de 2012, la Sombrerería Girardi -ubicada en Bilbao con Avenida Italia- cerró sus puertas en el barrio Italia de Santiago y hoy busca 'reinventarse en la comuna de El Bosque'.

Todo esto, pese a que el sombrero o el jockey puede seguir siendo una necesidad. Pero, la moda cambia y el sombrero de fieltro es reemplazado por el jockey americano.

También, la irrupción de productos de origen asiático a muy bajo precio, conspiran contra la continuidad del negocio.

CIERRE

Fernando Velásquez reitera los motivos del cierre: 'Ya no están los abastecedores del fieltro de buena calidad: Cintolessi, Atalah y Girardi. El que llega es un fieltro desechable, importado de China. Las anilinas no son lo suficientemente buenas. Todo es barato, cumple con ese objetivo y el de obsolescencia programada: después de un tiempo, el sombrero no me sirve y en lugar de mandarlo a arreglar, que era otra de las vertientes del negocio, sale mejor comprarse uno nuevo'.

El empresario plantea que esta situación es la misma que afecta a otros oficios, como el de los sastres, mueblistas, carpinteros. 'Todos somos bombardeados por este nuevo escenario que plantea el comercio internacional', agrega.

Entonces, precisamente en este nuevo contexto, lo local, propio o artesanal, cuesta mantenerlo, porque es más caro. 'Es necesario transparentar que el comercio ha cambiado y que se hace imposible soportar el embate del retail. Nosotros aguantamos porque somos propietarios del local', asegura.

SENTIMIENTO

Doce años tenía Fernando Velásquez, cuando comenzó a trabajar en el negocio de su padre, atendiendo público y siguiendo el ejemplo de sus hermanos Raquel y Jaime.

'Por eso, estos días son de mucha tristeza familiar, porque nos criamos ahí, cuando O'Higgins tenía el tránsito hacia la plaza y era muy poco el tráfico vehicular. Teníamos gatos como mascotas y no había problemas con ellos, jugábamos en los jardines del Hotel Pedro de Valdivia y conocíamos a todos los que vivían en el edificio', asegura.

'Como familia estamos viviendo un proceso complicado, porque incluso este local albergó como casa a la familia. Este fue el espacio donde yo y mis hermanos crecimos y nos desarrollamos. Por eso tenemos un apego muy fuerte al local y resistimos los últimos años, antes de tomar la decisión', agrega Víctor Velásquez, hijo de Fernando y perteneciente a la tercera generación familiar. 'Tenemos la intención de reabrir algún día, pero hoy las condiciones no están', asegura Víctor Velásquez.

UNA PÉRDIDA

El cierre de La Capital no dejó indiferente a la comunidad e incluso a quienes viven fuera de Valdivia.

Desde La Unión, el periodista Pablo Delgado dijo que 'se va una parte de nuestra historia y nuestra identidad.Con esto se refleja cómo el pasar del tiempo va terminando con rubros y comercios históricos'.

Desde Santiago, el empresario Jorge Vergara aseguró que 'el cierre es una pérdida patrimonial importante. Valdivia es bella naturalmente y mucho mas bella por su gente y sus tradiciones. Por ello, el cierre de éste y otros lugares típicos, nos arrebata una parte de los recuerdos y sus símbolos.Este cierre es en esencia una lágrima que se prolonga con angustia'.