Consumo de droga entre escolares
Las estadísticas sobre consumo de drogas entre escolares de la región de Los Ríos, dadas a conocer por Senda (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol) esta semana, son preocupantes y hacen necesario un trabajo más intensivo en planes que permitan una adecuada prevención del uso de sustancias nocivas para la salud, tanto lícitas (cigarrillo, alcohol) como las ilícitas. Esto, porque a pesar de las inversiones realizadas a nivel local y nacional en esta materia, las cifras señalan que no hay avances significativos y que no se ha logrado los niveles de disuasión de consumo esperados a través de las actuales estrategias de abordaje de la materia.
En el caso de la marihuana, la ingesta se ha duplicado entre estudiantes de octavo año básico hasta cuarto medio y las autoridades del área creen que la proliferación de campañas por la despenalización influiría en este comportamiento, al quitar las barreras sociales.
Probablemente la inquietud ciudadana frente a la marihuana pueda estimular su consumo y despertar curiosidad, pero ¿y qué pasa con los mensajes y actividades preventivas que no logran tanta eficacia; no estarán emitiéndose en niveles de comunicación lejanos a la realidad y absurdos para los jóvenes actuales?
Por otra parte ¿qué pasa con el control de producto ofertado en las calles y con el verdadero castigo a los traficantes de ésta sustancia, pero además de drogas duras como la cocaína y la pasta base, que también subieron su consumo en los últimos dos años?
El 10º Estudio de Drogas en Población Escolar de Senda muestra una realidad que duele, pero que se puede revertir dando los pasos adecuados. En este sentido el anuncio gubernamental de iniciar un enfoque de las adicciones desde la salud pública es muy positivo, siempre y cuando se entregue los recursos necesarios y que no suceda lo mismo que con buenos programas aplicados en las escuelas municipales (En busca del tesoro, Marori y Tutibú, Quiero Ser y otros) confiados a la responsabilidad de los profesores jefes, aplicados en reuniones de apoderados o consejos de curso, sin considerar la recarga escolar y sin un control real de su efectividad.