Quiero compartir los hábitos que las personas efectivas. Ser proactivo. Las personas son responsables de sus propias decisiones y tienen la libertad de elegir sobre la base de principios y valores. Son capaces de desarrollar y utilizar sus cuatro únicos regalos-la autoconciencia humana, la conciencia, la imaginación y la voluntad independiente-y adoptar un enfoque de adentro hacia afuera. Ellos optan por no ser víctimas o culpar a otros.

Comenzar con el fin en mente. Las personas altamente efectivas forman su propio futuro mediante la creación de una visión mental y un propósito para su vida, su semana o día y para cualquier proyecto, grande o pequeño.

Poner Primero lo Primero. Las personas altamente efectivas viven y toman decisiones con un sentido claro de lo que es más importante. Ellos organizan y ejecutan en torno a sus prioridades más importantes que se pueden expresar en sus declaraciones personales, familiares y de la misión de la organización. Son impulsados principalmente por finalidad, no por las agendas y las fuerzas que los rodean.

Pensar Ganar-Ganar. Las personas altamente efectivas piensan en términos de beneficio mutuo. Fomentan el apoyo y el respeto mutuo. Ellos piensan de manera interdependiente, 'nosotros', no 'yo' por medio de acuerdos que beneficien a todos.

Buscar primero entender, luego ser entendido. Buscar primero escuchar con la intención de entender los pensamientos y sentimientos de los demás, y luego tratar de comunicar con efectividad sus propios pensamientos y sentimientos. A través de la comprensión, la gente altamente efectiva construye relaciones profundas de confianza y amor. Ellos dan información útil. Ellos no ocultan sus comentarios, ni buscan primero ser comprendidos.

Sinergia. Las personas altamente efectivas se centran en sus fortalezas, celebran y se nutren de los puntos fuertes de los demás, respetando y valorando las diferencias de los demás, el todo es mayor que la suma de las partes.

Afilar la sierra. Las personas altamente efectivas aumentan su efectividad mediante renovaciones regulares en las cuatro áreas de la vida: el cuerpo (físico), la mente (mental), corazón (social / emocional) y el espíritu (espiritual-servicio, el significado y contribución).

Ayer se conmemoró el Día Nacional de la Solidaridad. La fecha coincide con la muerte de San Alberto Hurtado, fundador del Hogar de Cristo y fue asumida por el país para llamar a la reflexión respecto de cómo ayudar a las personas más necesitadas, a través de las organizaciones caritativas y también a través de cambios sociales que aseguren mayor igualdad.

Coincidentemente, durante el fin de semana se conocieron los resultados del segundo informe del Observatorio Niñez y Adolescencia, en el cual se establece que un 22,8% de la población infantil de la zona sur de Chile vive bajo de la línea de la pobreza. Esto es, con un ingreso familiar menor a 72 mil pesos mensuales. Los Ríos presenta además un 5% de niños viviendo en la indigencia.

Si bien la situación de la región no es la más extrema (La Araucanía y Bío Bío tienen números más complejos), sí está cerca de ella y existen realidades preocupantes tanto en el área urbana como en la rural. Frente a ellas es preciso reaccionar, en primer lugar desde las autoridades, para tomar decisiones macro y de largo plazo, que permitan solucionar la inequidad que afecta al país y de la cual esta cifra es una muestra más.

Sin embargo, todos sabemos que esas soluciones políticas son lentas y que la pobreza es un problema diario. Urgente, en el caso de los niños. Por lo mismo se hace necesaria la solidaridad ciudadana, que apoye con recursos o trabajo voluntario, en forma personal o a través de las distintas organizaciones que funcionan en la zona con ese objetivo.

Hogar de Cristo, Cifan, Hogar Luterano, Bella Existencia, Hogar Belén, Villa Huidif, Techo para Chile, Muas, comedores abiertos en las poblaciones; son sólo algunas de las entidades que trabajan en esta dirección y que requieren socios colaboradores para llegar donde es preciso con máxima oportunidad.

Por supuesto que estas entidades ciudadanas no pueden -ni deben- reemplazar la acción social del Estado, pero sí logran cubrir espacios donde la burocracia no alcanza. De ahí su importancia y la necesidad de estimular su gestión diaria.