Una de las más importantes herencias de la dictadura fue dotar a Chile de un sistema de regulación de la educación superior ineficaz.
Junto con desmembrar las 8 universidades existentes en 1980 e incentivar la creación de instituciones de educación superior (IES) privadas, se generó un sistema totalmente sui generis de clasificación en función del tipo de institución, régimen de financiamiento, propiedad, año de creación, autonomía y, desde la última década, acreditación.
¿Cómo regular un sistema tan enredado? Los distintos gobiernos tras 1990 han mantenido la misma lógica, y hoy coexisten varias vías: supervisión, examinación y licenciamiento para las instituciones que no son autónomas, y acreditación para aquellas que lo son. El principal problema radica en que la acreditación no es obligatoria y, además de sus problemas de funcionamiento, tiene un alcance muy limitado, lo que redunda en que el 80% de las IES del país (que son autónomas) funcionen con una mínima regulación desde el Estado.
No se trata de cuestionar la autonomía universitaria; sin duda representa una conquista histórica ejemplar y necesaria. Pero el actual contexto de reformas educacionales debe hacernos adoptar una mirada sistémica e integral, que permita reflexionar acerca de las consecuencias de contar con un sistema de educación superior tan desregulado, que privilegia ideológicamente -y en nombre de la autonomía- la imposición de las leyes del mercado por sobre los intereses nacionales.
Por ejemplo, de llevarse a cabo la gratuidad por medio del subsidio a las instituciones, ¿debe el Estado influir en la definición de su oferta formativa? Sin duda es una pregunta compleja y que requiere de una respuesta política más que técnica. Pero su complejidad no debe impedir abordarla, pues sólo perpetuaría una situación insostenible.
No es azarosa, entonces, la desregulación de nuestro sistema de educación superior. La educación y la política son las dos esferas con mayor poder estructurante en una sociedad. En consecuencia, la educación que tenemos hoy determinará el país que tendremos mañana. Aquí radica la importancia ineludible que tiene regular el sistema de educación superior, de modo que permita privilegiar los intereses nacionales por sobre los particulares.