Después de varios años de inactividad, ha vuelto a trabajar la Corporación de Desarrollo Turístico de Niebla, que reúne a emprendedores, artesanos, vecinos y dirigentes sociales de la zona costera, con el objetivo de sumar fuerzas en pro de ese importante sector de Valdivia, que también sueña con ser una comuna independiente.

Su labor comenzó a mediados de este año y se proyecta a largo plazo, con ideas para hacer aún más atractiva la oferta local hacia los visitantes y para mejorar la calidad de vida de los residentes, quienes crecen exponencialmente año a año, atraídos por la belleza del paisaje y tranquilidad que reina junto al mar.

En ese escenario, los proyectos para construir redes de alcantarillado e instalar agua potable se hacen prioritarios, pues los servicios básicos que actualmente existen no dan abasto para el aumento de población, ni para la atención adecuada de turistas. De hecho en el verano la mayoría se queda sin suministro de agua, con todo el riesgo sanitario que ello implica.

Junto a lo anterior surgen otras inquietudes como el manejo de desechos domiciliarios, la abundancia de perros vagos, el mal estado de aceras y calzadas, el olvido de proyectos como la plaza comunitaria en la explanada sobre caleta El Piojo y la falta de habilitación de servicios en las playas.

Todo lo anterior es evidente para los vecinos y se pone de manifiesto cada temporada alta, pero no se han logrado suficientes avances y es preocupante; porque el atractivo natural no basta para sustentar una actividad turística próspera.

Por lo mismo, que la Corporación se reactive es una buena noticia, pues podrá retomar el rol que tuvo como interlocutor ante las autoridades, cuando se lograron proyectos emblemáticos, como la pavimentación de la ruta Valdivia-Niebla, hace más de 20 años.

Es de esperar que el entusiasmo de los vecinos tenga buena acogida de parte de quienes toman decisiones especialmente regionales, considerando que el área costera también ha sido señalada como una de las zonas rezagadas sobre las cuales se pondrá foco e inversión, particularmente en turismo y pesca, que son dos factores fundamentales.

Desde muy pequeña siempre he sentido fascinación por los transformistas. Recuerdo la primera vez que vi a uno en televisión, me di cuenta inmediatamente que era un hombre caracterizado de mujer y me pareció una criatura bella.

Si nos remontamos históricamente, podemos ver que muchas culturas antiguas han utilizando este tipo de performance artística para expresarse, como es el caso del teatro japonés Kabuki, sólo por nombrar alguno.

Pero al crecer las personas, aunque no todas, vamos reparando en lo esencial de la vida y ahora que soy adulta, más allá de su vistoso atuendo y las llamativas pelucas, creo que el principal atractivo de los transformistas es la libertad que transmiten a raudales.

La directora de este documental, Lorena Giachino, nos muestra sin dobleces una historia cargada de identidad, pero a la vez sencilla, inmersa en una sociedad carente de raigambre y en extremo compleja en su espectro moral.

Este filme evidencia cómo, a pesar del tiempo, el circo lucha por sobrevivir en un país que si bien se abre a la modernidad, muestra cada vez con menos capacidad de asombro y más indolencia frente a temas como la inclusión y la diversidad sexual.

Que el Circo Timoteo aún siga vivo, tras cuarenta años desde su formación, nos habla de que el artista nacional, especialmente aquel que pertenece a la gran familia del circo chileno, se caracteriza por su perseverancia y por su enorme amor al arte y al oficio.

El gran circo pobre de Timoteo, nos sumerge tras las bambalinas de un emblema nacional que se niega a pasar al olvido, donde el arte del transformismo puede dar rienda suelta a todo el abanico de versatilidad escénica que ofrece. También nos muestra de qué estamos hechos y nos enrostra en forma pícara y llena de humor subidito de tono, que seguimos siendo un país pacato, lleno de discursos dobles.