La promulgación ayer de la Ley Emilia, que endurece las penas para los conductores en estado de ebriedad, es una buena medida, sobre todo considerando el largo feriado que se avecina y en el cual podrían registrarse numerosos accidentes de tránsito en el país, en los cuales este factor incida.
La nueva norma viene a reforzar las otras campañas efectuadas por el gobierno y Carabineros, con miras a tomar conciencia sobre el riesgo de la ingesta de alcohol entre choferes, pero claramente ella no bastará para que las costumbres cambien definitivamente. Para que eso pase, será precisa una educación preventiva de más largo plazo y una colaboración intensa de la comunidad, para ejercer control social, evitando que quienes beben se arriesguen a conducir. De hecho es imposible que haya efectivos policiales en cada fiesta, local de celebración o reunión familiar que se efectúe durante los próximos días; pero en todas partes habrá personas concientes y responsables, que pueden elevar la voz y hacer la diferencia, para evitar una tragedia.
Es preciso que se asuma esa responsabilidad colectivamente y no se malinterprete la libertad individual, porque en estos casos alguien ebrio al volante es un peligro comunitario y no solo para sí mismo.
En Los Ríos, durante las Fiestas Patrias de 2013 no hubo víctimas fatales que lamentar. Sin embargo, sí se registraron 25 accidentes de tránsito (en 9 colisiones, 6 atropellos, 5 choques y 4 volcamientos), que dejaron a 33 personas heridas. Además se detuvo a 108 choferes guiando sus vehículos ebrios o bajo la influencia del alcohol. La meta es ahora mantener el índice sin fallecidos y bajar la cantidad de accidentes, intensificando controles en todas las vías y centros de reuniones. Para lograrlo, insistimos, es precisa la cooperación de la ciudadanía, para que se extremen las precauciones.
La Ley Emilia es una respuesta nacional ante un hecho terrible. Lo ideal sería no tener que volver a invocarla, porque significaría que hay lecciones sin aprender. Que a algunos no les bastan las muertes ya registradas para entender que alcohol y conducción no se deben mezclar jamás.