Amar a Dios y al prójimo
Le preguntan a Jesús sobre el mandamiento más importante de la Ley (Mt 22, 34-40). La pregunta hecha por un doctor de la Ley, busca poner a prueba a Jesús. En aquel tiempo, habían codificado una gran cantidad de leyes religiosas y por eso la pregunta es pertinente: reconocer entre tantos mandamientos, cuál es el esencial y que da fundamento y sentido a todos los demás.
La respuesta de Jesús, que retoma aquel texto del Deuteronomio (Dt 6), recuerda aquella ley primera que Dios da a su pueblo: 'Amarás al Señor, tu Dios'. Éste es el más grande y el primer mandamiento. Este mandamiento es la respuesta de amor del ser humano al amor que hemos recibido primero, el amor de Dios: 'Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el espíritu'. Esta triple llamada a la totalidad de nuestro ser, significa colocar todo nuestro empeño en este amor, con todo lo que somos.
Sin embargo, Jesús añade junto a este mandamiento un segundo mandamiento, semejante al primero: 'Amarás al prójimo como a ti mismo'. ¿Por qué Jesús agrega este segundo mandamiento al más grande, referido a Dios? Porque no podemos entender el amor a Dios, sin amar al hermano; son como dos caras de una misma moneda. Ambos son esenciales para los seguidores de Cristo. El que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
Por eso Jesús termina diciendo que toda la Ley y los profetas dependen de estos mandamientos, porque en la medida de que amemos los mandamientos y lo dicho por los profetas cobrará sentido. No es la ley por ley, es la ley del amor que Cristo nos trae la que da un nuevo color a nuestra vida; porque como dijo san Juan de la Cruz: 'Al atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados por el amor'.