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Música en familia: el lado íntimo del XXI Campamento de Mancera

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dnavarrete@australvaldivia.cl

Lunes 5 de enero. Son casi las 13 horas y la "Gran fantasía rusa" derrota a Miguel Muñoz. El trompetista de 15 años cumple a duras penas con los pasajes más complejos de la creación de Jules Levy. Cristian, su padre y director del Ensamble de Bronces, advierte la escena. Esta a su espalda, acaba de dirigir la inauguración del XXI Campamento Musical Marqués de Mancera y lo consuela. Una semana más tarde, el domingo 11, ambos vuelven a la carga con el mismo repertorio. Esta vez Miguel se lleva todos los aplausos y la admiración de Cristian y del público que asiste al concierto a un costado del torreón El Canelo. Ambos parecen haber olvidado el traspié y siguen adelante con la música.

La de Cristian Muñoz con sus hijos es una relación basada en los instrumentos de bronce. Por eso no extraña que además de Miguel, también Pedro (13) y Violeta (10) sigan sus pasos. Los cuatro participan en el Campamento en Niebla, donde las historias de familias y música se repiten. Es el lado más íntimo de una de las actividades formativas por excelencia del sur y con la que Valdivia parte su año cultural.

herencia

"Al principio tocaba para satisfacer a mi viejo y después me empezó a gustar más la música. Además, no me quedaba otra", dice Miguel Muñoz. Comenzó a tocar trompeta a los 8 años. Estudiaba poco, hasta que su papá le dijo que aprovechara su condición privilegiada de intérprete. "Una vez me dijo que yo a mi edad estaba tocando mucho mejor que otros trompetistas importantes. Ahí cambiaron las cosas, además él es mi papá, mi amigo y mi profesor. Todo se lo debo a él(...) supongo que alguna vez podría ser como él y estar en este Campamento haciendo clases".

Eso tal vez fue lo mismo que pensó Martín Hernández. Tiene 8 años de edad, toca violín y sigue los pasos de su mamá, Dayana Olmos. La directora de la Orquesta Infantil del Campamento y uno de los rostros históricos de la actividad que organiza el Conservatorio de Música Uach, recuerda el inicio de su hijo en el instrumento: "Tenía 3 años y medio cuando me dijo 'mamá, puedo tocar como tú, quiero aprender'. Todo partió casi como un juego, pero se puso enserio".

Aunque hubo momentos de duda, se atrevió a seguir y participó en su primer campamento musical, el de Chaihuín creado por Dayana. Ahora vuelven a estar juntos en el de Mancera. "Es divertido, bonito y me gusta como suena el violín. Nunca había tocado en una orquesta y no me canso. Quiero seguir en clases todo el año. Esto es fácil", dice Martín. Y su mamá, agrega: "Creo que su motivación principal ha sido ver como los otros niños son felices cuando tocan música. También me dijo eso la vez en que decidió tomar el violín como algo habitual. Escuchar eso de un alumno es satisfactorio, pero escucharlo de tu propio hijo es mucho más enriquecedor. Como padres nunca le impusimos la música, además era poco probable que siguiera mis pasos. Tengo amigos músicos y sus hijos no quieren nada con eso".

Martín Hernández estudia violín en Cifan con Osvaldo Urrutia. Su mamá dice que aprendió a leer partituras, mucho antes que libros. "Sigue avanzando y me pone a prueba, porque no le tengo la misma paciencia que a mis alumnos. De todas formas, he tratado de suavizar su proceso para evitar que se sienta una sobre exigencia. Creo que él también entiende eso. Acá en el campamento yo no soy su mamá, soy su profesora por eso los retos le llegan igual". En las dependencias de la Escuela Juan Bosch de Niebla, Martín hace amigos, corre, juega y toca violín. Es su principal vía de escape a la pena por la muerte de su abuelo Arnaldo Leal, que falleció el año pasado.

hermanas

Jordana (14) y Paloma (12) son de Paillaco y comparten sus gustos. Son hermanas. Tocan violín y en las aulas de Niebla están separadas por un par de asientos. La más grande cuida a la más pequeña y no se aburren de hablar de música casi todo el día. "En la escuela hicieron un proyecto de orquesta. Primero empecé yo con el violín y después le tocó a ella cuando buscaban más músicos(...) nos llevamos bien, a veces la reto un poco, pero nos va bien. Acá hemos aprendido muchas cosas y casi siempre terminamos el día cansadas", dice la mayor de las hijas de Viviana Ancao y Claudio Barrientos.

En el XXI Campamento Mariela Aranda mira el progreso de Antonia (7) y Camila Romero (12) desde la gradería, en los pasillos y en el hall de la escuela de la localidad costera. Son sus hijas. Se encarga de despertarlas a las 6.30 horas de cada día para que puedan llegar a tiempo a los ensayos. Las consuela y apoya. Valora que escogieran el camino de la música, por eso se sumó al viaje de casi 900 kilómetros desde Casablanca a Valdivia con la Orquesta MusArt

"En nuestra casa siempre hay música. Desde chicas iban a conciertos y cuando surgió la orquesta las dos me pidieron audicionar. Con ellas he aprendido mucho, sobretodo el ayudarles a lidiar con la frustraciones que siente a veces. Esta es una actividad muy exigente. Ellas están acá porque quieren".

Las hermanas integran las filas de la MusArt desde el 2013. Y hasta la fecha los avances se pueden comprobar en las palabras de su madre: "Todo esto ha sido muy increíble. Destaco no solo que puedan leer las partituras, sino que también son capaces de pararse frente al público, de estar en silencio, de respetar a sus compañeros y de tener paciencia. Son el orgullo de la familia. Siempre las seguimos a todas parte y celebramos que sean felices haciendo esto".