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Campaña por estacionamientos

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La campaña iniciada por Carabineros de Valdivia y el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) para que se respeten los estacionamientos reservados en las calles, sin duda que es positiva y un paso adelante para ayudar a la integración de las personas que viven con capacidades diferentes.

La idea es difundir las condiciones para acceder a este beneficio e insistir para que la ciudadanía tome conciencia sobre el daño que se causa cuando se pasa por alto una señal de estacionamiento reservado, o se bloquea un acceso en las esquinas, porque implica más sacrificio de desplazamiento a quienes transitan en sillas de ruedas, usan muletas o enfrentan alguna dificultad.

Existen leyes que norman estos comportamientos (Ley 20.422) y sanciones para quienes no las respeten; sin embrago, de todas maneras hay un alto grado de desconocimiento y una actitud que favorece obviar las acciones debidas. Y es ahí donde radica el problema, en la falta de respeto hacia los otros como iguales en deberes y derechos.

En el caso de las personas que viven con discapacidad, su situación en el espacio público mejora cuando las condiciones a su alrededor son las correctas: rampas de acceso a los edificios y tiendas; veredas habilitadas; semáforos con sonido; aceras sin topes que impidan el uso de bastones. Más aún cuando la actitud de los demás es respetuosa y equitativa, sin paternalismos que los paralicen, pero también sin ignorar sus necesidades especiales.

Este respeto también debiera repetirse en los espacios para adultos mayores y embarazadas, que casi siempre se encuentran debidamente señalizados, pero no siempre disponibles para sus beneficiarios.

La campaña de Carabineros tiene la advertencia de cursar infracciones a quienes estacionen sus vehículos en lugares no permitidos. Eso funciona con el mecanismo del miedo al castigo y es eficaz, pero ¿por qué no intentar cambiar las actitudes, aunque no sea penalizado, para que la corrección sea parte de la vida diaria y no una obligación ocasional? Quizás la campaña de Senadis y Carabineros también debiera aportar mensajes en esa dirección, para educar y ayudar a una inclusión de largo plazo.

El amor como factor protector en la vejez

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La pasión y el deseo inicial en una relación de pareja mediados por la bioquímica cerebral, aumento en la secreción de neurotrasmisores y factores hormonales, tienen un tiempo determinado de entre dos a cuatro años, luego del cual decaen. Ése es el periodo que tiene la pareja para crear "intimidad", reconocerse, aceptarse, entregarse y comprometerse profundamente con esa persona, más allá que con cualquier otra en el mundo.

Los adultos mayores que permanecen juntos al superar esta etapa logran un cambio de estos químicos cerebrales del "enamoramiento". El logro de esta "intimidad" explica que con frecuencia se "adivinen el pensamiento", sepan cómo le gusta cada cosa a su pareja, hábitos que practican cada uno y rutinas de vida que poseen, adelantándose a cada petición.

El amor en la tercera edad puede operar con los mismos códigos juveniles, misma ilusión, sentimientos o "mariposas en la barriga", aunque con frecuencia se vive en el anonimato o disfraz de amistad por la consideración social, injusta, de que es impropio enamorarse a esa edad.

A pesar de los múltiples y beneficiosos aportes que este sentimiento brinda al ser humano aún existe una visión negativa de la sociedad, y frecuentemente de la familia, que califica al adulto mayor como carente de pasión. Dicha visión también influye en ellos mismos llevándolos a suprimir o ignorar sus propios deseos y necesidades de vínculo afectivo.

El amor es también un protector de la salud. Variados estudios han demostrado que el permanecer en una positiva relación de pareja disminuye los niveles de cortisol, la hormona del estrés, asociada a los cambios propios del envejecer, que predisponen a alteraciones de la salud mental. En este sentido, es habitual en esta época de la vida la irrupción de cuadros depresivos secundarios a enfermedades físicas y neurodegenerativas, siendo más prevalentes en adultos mayores en soledad, que en aquellos que poseen pareja o viven rodeados de la preocupación y/o compañía de su familia.

Finalmente, el amor de pareja protege de la soledad, que es el peor enemigo de la vejez. La irrupción de la jubilación y "nido vacío" se compensa con la presencia del esposo o esposa, mientras la pareja espera la llegada de los nietos, que llena nuevamente el espacio construido con los ladrillos del amor que se depositaron día a día durante largos años.

Eduardo Gatica