Cambio climático y respuesta ciudadana
Es claro que los últimos acontecimientos de fenómenos naturales corroboran lo que hemos venido diciendo muchas personas desde hace tiempo: refleja nuestra irresponsabilidad como ciudadanos y nuestra falta de conciencia y compromiso a nivel colectivo y, también que ésta es una situación que involucra a los Estados, en especial, a algunos que han sido más irresponsables que otros, justamente aquéllos que llamamos países desarrollados o industrializados.
La carrera por obtener utilidades y un mejor estándar de vida no sólo involucra temas de valor, ética y visión, sino que también incorpora otros aspectos que se contraponen con el verdadero significado de desarrollo humano y, por lo tanto, de las comunidades.
Soy de los que cree que el desarrollo no es crecimiento económico, no es más edificación o implementación electrónica. Estoy convencido que el crecimiento de la comunidad está totalmente involucrado con la calidad de convivencia, satisfacciones de las necesidades y, en muchos casos, en la expresión plena de la cultura.
El problema es que cuando llevamos el desarrollo a nivel Estado, nos damos cuenta que en esta carrera por ganar mercado y espacio pasamos a llevar estos conceptos primordiales para el verdadero desarrollo, hipotecando la seguridad de los demás y la propia, porque el planeta es uno solo y está reclamando.
Lo que hemos apreciado esta última semana en el norte de nuestro país es una muestra clara del estremecimiento de la naturaleza, que se ha visto en otros países desde hace muchos años con temperaturas más extremas, fenómenos no antes visto en 50 o 100 años. Todas catástrofes ligadas al cambio climático.
Nosotros, como comunidad, no hemos sabido discernir ante estas advertencias y seguimos actuando como si nada hubiese pasado, como que el planeta no merece nuestro cuidado, pero éste reclama y, entre otras consecuencias, ya nos estamos quedando sin capa de ozono, lo que es fatal para la vida en el mundo.
Finalmente, ante estos desastres naturales, la capacidad de prever y de reacción institucional del sistema de prevención en Chile no da para más. Está incompleto y no da garantías de una preparación de la ciudadanía y ni de los organismos públicos. Su centralismo obliga a discutir, con urgencia, un cambio en la forma, recursos y funcionalidad de los sistemas de emergencia, partiendo por la Onemi.
Iván Flores García