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¿Algo de nuestros días?

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Hoy día se habla mucho de corrupción -y por motivos concretos-, sobre todo en lo que concierne a la actividad política y empresarial. En diversos ambientes sociales se denuncia el hecho. El país vive un momento en el que emerge de una manera especial la realidad -que creíamos no existía- de la corrupción. Pero, más allá de los hechos conocidos. La corrupción no es un acto, sino un estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. Los valores o desvalores de la corrupción son integrados en una verdadera cultura, con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar. Es una cultura que convoca prosélitos para abajarlos al nivel de la complicidad admitida. Esta cultura es dual: de apariencia y de realidad, de inmanencia y de trascendencia.

La apariencia no es el surgir de la realidad por veracidad, sino la elaboración de esa realidad, para que se vaya imponiendo en una aceptación social lo más general posible ("era una práctica muy común" escuchamos). Se resta verdad en pro de la apariencia. En la cultura de la corrupción hay mucho de cubrir las malas costumbres con "buenos modales".

Pero prácticamente nadie se transforma de un momento a otro en corrupto. Hay un camino por el que uno se va deslizando. Y ese camino no se identifica necesariamente con el camino del cometer pecados. Una persona puede ser muy pecadora y no ser corrupta: quizá sea el caso de Zaqueo, la samaritana, el buen ladrón, los cuales tenían algo en su corazón pecador que los salvó de la corrupción: la adhesión a la inmanencia, adhesión propia del corrupto, no había cristalizado aun, estaban abiertos al perdón. Sus obras nacían de un corazón pecador, pero ese corazón que las producía sentía su propia debilidad, y por ahí podía entrar la fuerza de Dios.

Es importante la distinción entre pecado y corrupción. Pero, también es verdad que el camino hacia la corrupción es el pecado.

Se discute si Chile es un país corrupto o no lo es; que estos son casos aislados..., sea la respuesta que sea lo importante es ver cómo superar esta situación actual: no basta solo la condena al comprobado culpable, eso solo cubre la mancha, es necesario ver cómo educar en la honestidad y la verdad, por ejemplo preguntarnos ¿Cómo está asumiendo esta situación la reforma educacional en proceso?

Ignacio Ducasse


Columna