"Ikebana es el arte japonés de los arreglos florales. Es más que simplemente poner flores en un recipiente. Es una disciplinada forma artística en la cual el arreglo es un ser viviente en el que coexisten la naturaleza y la humanidad (...). Ikebana es la expresión creativa dentro de ciertas reglas de construcción. Sus materiales son ramas, hojas, pastos y flores, todos ellos vivos. Su corazón es la belleza resultante de las combinaciones de color, formas naturales, líneas elegantes y el significado latente en la integridad del arreglo. Ikebana es, por lo tanto, mucho más que una mera decoración floral".
Así define la Ikebana International -una organización sin fines de lucro fundada en 1956, que está dedicada a la promoción y cultivo de este arte-, la disciplina que en Valdivia enseña y promueve desde 1977 la profesora Helga Haverbeck Ribbeck de Allen, a través del grupo que fundara ese mismo año: el Capítulo 203 Valdivia de Ikebana International.
- ¿Cómo se produjo el contacto con el Ikebana?
Siempre me han gustado las flores, la naturaleza, porque nací en el campo. Me acuerdo de que cuando era chica, y en mi casa había invitados, mi mamá siempre me pedía que yo arreglara las flores. Años más tarde, cuando nos trasladaron con mi marido Harry Allen a Concepción, por causa de su trabajo, apareció un día en el diario un aviso en el que se informaba de clases de Ikebana.
Me inscribí inmediatamente y asistí a esas clases -que daba la profesora Marina Mayor, que venía de Santiago- los ocho años que viví en esa ciudad. Además, gracias a ese curso también me titulé de profesora de Ikebana.
- Este arte es cultivado a través de varias escuelas. ¿Cuál siguió usted?
Estudié la escuela Sogetsu, que es una escuela de vanguardia y que permite desarrollar mucho la creatividad personal. En Japón hay montones de escuelas de Ikebana, pero la Sogetsu es la más moderna y se adapta más a nuestros gustos occidentales.
- ¿En qué sentido se adapta más a nuestra idiosincracia?
Se adapta más que otras escuelas, que son un poquito más rígidas; ésta es más flexible y permite que uno se exprese con su propio gusto.
- ¿Cómo describiría en qué consiste el Ikebana?
Es llevar un pedacito de la naturaleza a la casa. Por ejemplo, si veo en el jardín que abrió una flor muy bonita, yo no la dejo; la corto y hago un arreglo con ella, porque en la casa puedo apreciarla todos los días, en cambio, no estaré todo el día en el jardín.
- ¿Cuándo comenzó a dictar clases de esta disciplina artística?
Después de los ocho años que pasé en Concepción, volví a Valdivia y algunas socias del Club de Jardines y amigas mías me pidieron que enseñara Ikebana. Empecé en 1977, sigo dando clases hasta hoy y me acompañan aún algunas de las personas que estuvieron conmigo ese año.
Nosotras conformamos el Capítulo 203 Valdivia de Ikebana International, que es una organización japonesa que agrupa a todos los capítulos de este arte que hay en el mundo. Cada cinco años, esa organización junta a cientos de personas en convenciones mundiales.
- ¿Asistió usted a alguna de esas convenciones?
Tuve la suerte de asistir a dos de ellas: la primera vez fue en 1981, para la cuarta convención mundial; y la segunda fue en 1991, para la sexta convención mundial.
- ¿Cuál es la misión del Capítulo 203 Valdivia?
Bueno, yo creo que nuestro principal trabajo es la exposición. Este año nos ha correspondido la número 38.
Esperamos contribuir con un poquito de arte a Valdivia, presentando todos los años una exposición distinta. Además, nos piden anualmente que participemos en la universidad para la conmemoración del Día del Japón, ocasión en que montamos una pequeña exposición.
"Yo diría que el Ikebana me ha llenado la vida, porque es tan lindo el trabajar con flores".
Helga Haverbeck de Allen
Profesora de Ikebana
Un arte que colma su satisfacción
Junto a la profesora Helga de Allen, catorce de las dieciséis integrantes del Capítulo 203 Valdivia de Ikebana International dieron vida entre el viernes y ayer a la exposición anual que desarrolla la colectividad, en el Centro Cultural El Austral. "Yo diría que el ikebana me ha llenado la vida, porque es un arte tan lindo el trabajar con flores", asegura la profesora, evocando que su difunto marido, Harry Allen, fue también un entusiasta colaborador de sus actividades.