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La nobleza de la burocracia

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Osvaldo Gajardo

Existe el mito social-cultural de relacionar burocracia y sistema público, pero con una connotación negativa, lenta, tardía y entrópica al hacer un trámite administrativo en un servicio público. El alemán Max Weber es uno de los máximos exponentes de la Teoría de la Burocracia, y él postulaba que la burocracia era una forma racional de organizar una entidad para conseguir que funcionara con precisión, claridad, velocidad y eficiencia, y esto orientado a lo público o privado.

La burocracia entonces se concibe como la estructura que se caracteriza por los procedimientos regularizados y explícitos, que implica relaciones jerárquicas e impersonales, la especialización del trabajo y la división de responsabilidades.

Esta burocracia permite que las normas dictadas por las autoridades se ejecuten de manera precisa y acorde a procedimientos ya estipulados. El sistema público -entendiéndose para este análisis como todos los recursos a disposición del usuario, frente a una necesidad de solución, cumplimiento o simplemente de información-, requiere entregar una respuesta clara, precisa, sin ambigüedad ni interpretaciones antojadizas.

Por tanto, quien responsablemente debe entregar esa respuesta, representa a todo el sistema público, y tal cual funciona en el sector privado, los estándares de calidad en la atención, tiene muchas veces más valor que la satisfacción funcional que se busca a través de un producto/servicio en los mercados.

El funcionario público, cualquiera sea el nivel jerárquico que desempeña en el sistema público, desarrolla en su quehacer "la burocracia". Es decir, es ordenado, metódico, jerárquico y discreto, al entregar un requerimiento o realizar una actividad al interior de su ámbito laboral, aplicando "la disciplina del servicio".

De este modo, es necesario defender la burocracia en el servicio público, por cuanto estará procurando que la respuesta requerida, o la información solicitada, contengan la transparencia y precisión necesaria.


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