En 1972, Hugo Orlando Andrade Muñoz se licenció del servicio militar con el grado de cabo segundo de Ejército en el arma de artillería, luego de servir en el Regimiento N° 14 Aysén, con asiento en Coyhaique. Lo primero que hizo fue regresar a la localidad donde vivía, Puerto Ingeniero Ibáñez, ubicada en la ribera norte del lago General Carrera, en la región de Aysén.
Antes de cumplir con su deber cívico, trabajaba en la construcción de una barcaza de transporte, de la empresa valdiviana Soconave. Esta firma quebró y el personal retornó a Valdivia. "Preguntaron quién quería irse allá y de las seis personas de la zona, yo fui uno de ellos", recuerda. El 17 de junio de 1972, Andrade llegó a la que hoy es la capital de la región de Los Ríos y donde posteriormente se desempeñó por espacio de 36 años, en la empresa Asenav.
El 4 de mayo de 1974 se casó con Juana Rosa González y formó un hogar que fue complementado sucesivamente por sus hijos Cristian y Marisel, quienes han incrementado la descendencia con dos nietos cada uno.
¿Cómo llegó a trabajar en Asenav?
-Después de la quiebra de Soconave, me integré con otros trabajadores a Immar, una gran empresa metalmecánica donde se fabricaban herramientas y barcos. Allí trabajé dos años y medio como ayudante de calderería. En ese tiempo aproveché de estudiar en el Instituto Salesiano, porque sólo llegué hasta cuarto básico, debido a que trabajé desde muy niño.
Como creo firmemente en Dios, digo que fue algo de Él que un día el señor Kossmann eligiera el recinto de Immar para hacer la barcaza Pincoya. Cuando se acabó la obra, nos invitó a una comida en el Hotel Pedro de Valdivia y en medio de ella nos dijo: "Señores, de ustedes no me deshago. Quiero volver a Valdivia para abrir la empresa Soconave. A ustedes los necesito allá". Nosotros pensamos: "¡Qué se va a acordar de nosotros!". Continuamos trabajando tranquilamente en Immar, haciendo y reparando barcos.
El día 28 de diciembre de 1974, Día de los Inocentes, nos juntamos a las cuatro de la tarde en el Hotel Pedro de Valdivia, porque míster Kossmann quería hablar con nosotros. Fue grande la sorpresa; no podíamos creerlo. Nos hizo firmar contrato, de tal modo que el 2 de enero de 1975 aparecimos trabajando en nuestra nueva planta: era un galpón viejo que se sostenía por unos palos de eucaliptus. Ése fue el inicio de Astilleros y Servicios Navales.
¿Qué recuerdos tiene de su paso por esa empresa?
-Asenav fue mi templo de trabajo. Me voy a morir con esa chaqueta puesta. Tengo recuerdos muy bonitos. Soy un trabajador agradecido de Asenav, porque me enseñó todo lo que es la construcción naval; aprendí lo hermoso, lo sacrificado y cómo se hace negocios.
Fui también dirigente del sindicato de Asenav, desde 1983-1984 y por espacio de trece años. Nunca hubo una huelga en aquel tiempo y eso se debió a un buen comportamiento con los empleadores, una buena visión en el aspecto laboral.
Por otra parte, porque veíamos que el fruto de nuestro trabajo navegaba por los mares del mundo. Cuando mirábamos un barco terminado, no podíamos creerlo. Y el señor Kossmann siempre nos manifestaba que se sentía orgulloso de nuestra labor. Partí como ayudante de calderero, me ascendieron a maestro calderero y terminé como supervisor.
Usted se jubiló hace cuatro años. ¿A qué se dedicó posteriormente y en qué está hoy?
-En los primeros tiempos, sentí una amargura muy grande. Hubo días en que lloré, porque sentía nostalgia de mis días de trabajo y siempre me ha enfermado el hecho de estar sin hacer nada. Sin embargo, a través de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera comencé a participar en un grupo de ancianos llamado Espigas de Oro. Nos reunimos una vez al mes para visitar a los amigos, a los ancianos. Si veo que alguien está con problemas o que está sufriendo, yo uso mi vehículo y lo pongo a disposición. Me encanta hacer eso y vino a llenar mi necesidad de servir.
"Asenav fue mi templo de trabajo. Me voy a morir con esa chaqueta puesta. Tengo recuerdos muy bonitos y soy un trabajador agradecido" "Pertenezco al grupo Espigas de Oro. Nos reunimos una vez al mes, para visitar a los amigos y a los ancianos"
Hugo Andrade
Ex trabajador de Asenav
El trabajo de
un calderero
Buena parte de la trayectoria laboral de Hugo Andrade transcurrió en calidad de ayudante de calderería. "El calderero es la persona que fabrica partes de los barcos o también puede hacerse cargo del armado de naves, sobre la base de planos", explica. Al mirar al pasado, reconoce lo difícil que fue desempeñarse en semejante labor: "Mis estudios no me permitían usar las matemáticas, pero al final empecé a usar la lógica, que se parece un poco a la matemática. Aprendí a leer planos y me esforcé, hasta llegar a ser supervisor".