Era una broma frecuente entre los niños que vivían en la Casa Familia del Centro Integral Familia Niño (Cifan). Habitualmente decían que en el segundo piso de la residencia había humo. Era casi un juego que rompía con la monotonía y que alertaba a las educadoras de trato directo sobre una amenaza inexistente causando risas y un momento de relajo. Excepto por el miércoles 29 de julio. Ese día, la broma se volvió realidad.

"Habíamos terminado de cenar, estábamos viendo una película cuando gritaron 'hay humo en la pieza', subimos y vimos que era verdad. De ahí se empezaron a quemar las camas", dice F. G. C., que en el incendio perdió su ropa, fotografías familiares y dibujos, pero no el optimismo.

Tiene 14 años y en la Casa Familia convivía con otros ocho niños. Llegó a la residencia el año pasado derivado por el Sename y quienes lo conocen dicen que al poco tiempo se transformó en un líder positivo. Se volvió casi como un hermano mayor para el resto. Un cuidador que la noche de la tragedia sorprendió a todos cuando despertó a los que aún dormían, ayudó en la evacuación general e incluso se ofreció para sacar los instrumentos desde las otras instalaciones del Cifan en calle Ramón Tapia en la población Yáñez Zavala.

"Me sentí triste. Con impotencia, porque se nos quemó nuestra casa. Los más chicos estaban asustados y llorando y siempre pensé que para que estuvieran calmados me tenían que ver a mi tranquilo", dice. Y agrega: "Haber ayudado esa noche fue importante, porque soy como el hermano mayor".

transición

Tras el incendio los niños fueron trasladados hasta la Casa de Ejercicios del Obispado de Valdivia. Estarán ahí mientras Sename gestiona los recursos necesarios para arrendar un nuevo lugar. A cuatro días de la tragedia han tratado de volver a la normalidad. "Ya estamos más tranquilos", dice F. G. C. que debido al cambio de domicilio conoció la Isla Teja. Ahora convive con los que llama sus hermanos en una dinámica de ser siempre positivo.

"Cuando preguntan sobre lo que nos pasó, siempre les cambio el tema. Es mejor que se distraigan con otras cosas, que traten de sentirse mejor", dice. Y agrega: "Acá estamos bien. Estamos agradecidos de toda la ayuda que estamos recibiendo, incluso ahora hasta tengo más cosas, más ropa que la que perdimos en el incendio". Entre los obsequios recibidos hay uno que tiene un significado especial. Es la camiseta de Colo Colo con la estrella de la Copa Libertadores en el pecho. Es que F. G. C. sueña con ser futbolista y cree que si hay que comenzar por algo, eso es vistiendo los colores de su equipo favorito. Por falta de dinero no ha podido entrar a una escuela de fútbol en Valdivia, lo que considera el único impedimento para desarrollar sus habilidades. El resto, ya lo tiene resuelto: "Es que puedo jugar en cualquier posición. Sirvo para todo, hasta para estar en el arco. Me gusta jugar desde chiquitito y cuando estábamos en la casa, salíamos a jugar a la pelota, ya que hay dos más que también les gusta el fútbol. Me gusta el deporte y me gustaría ser profesional alguna vez o también estudiar ingeniería mecánica. Siempre me han gustado los autos y reparar las cosas".