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Fomentar la autonomía

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Eduardo Cruzat

La funcionalidad plena se evidencia en el momento en que el adulto mayor tiene todas las facultades para realizar las actividades de la vida diaria, y puede enfrentar las demandas del ambiente, viviendo de manera independiente

En el caso de que se origine una pérdida de las habilidades funcionales normales, la persona, los roles y tareas definidos socialmente se ven afectados y el nivel de socialización del adulto tiende a disminuir, y a través de esto entramos en un ciclo de aislamiento de falta de motivación y sensación de abandono.

Bajo este contexto, si el adulto llega a la postración o a la dependencia, ya sea severa, mediana o está en riesgo de perder autonomía, se hace necesario la visita domiciliaria del equipo de salud, en la búsqueda de la atención integral; donde el kinesiólogo también es parte del equipo, cuyo fin es intervenir junto a los demás profesionales y lograr mantener al máximo la funcionalidad del paciente.

En este sentido, si la persona está en una dependencia grave, llevarlo a dependencia moderada; y de moderada a leve; y de leve a la independencia y autonomía, y por medio de ello logramos mejorar la calidad de vida y que nuestros adultos mayores vivan más y mejor y evitamos que ellos lleguen a la discapacidad, definiéndola ésta como un estado en el que se encuentran las personas que, por razones ligadas a la pérdida de capacidad física o intelectual, requieren de la asistencia o ayuda para realizar actividades de la vida diaria.

Por tanto, la disminución en la capacidad funcional se afronta de manera más positiva cuando el adulto mayor cuenta con un entorno seguro, vínculos familiares, un ingreso económico estable, y a lo que suma el acceso a la atención de un equipo de salud permanente, materia en la cual cada día se logran mayores avances con el modelo de salud familiar.


Opinión

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ: DESPUÉS DEL TRABAJO SE HA DEDICADO A SU HOBBY

transformación. Se desempeñó en firmas madereras, aprendió las labores de bodeguero y hasta fue lechero. Hoy, en cambio, practica la pesca de río.

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Una de las grandes pasiones de José Antonio Sánchez Alonso es la pesca. La practica desde los seis años de edad, por influencia de su padre, José Sánchez de Pablo, un inmigrante español oriundo de Logroño (en la actual comunidad autónoma de La Rioja) que arribó a Chile a principios de la década de 1930. Luego de jubilarse el año pasado, participa con mayor dedicación en el Club de Caza y Pesca Río San Pedro, de Los Lagos.

Nació en Temuco el 15 de abril de 1949, en el hogar que aquel ciudadano ibérico formó con la chilena Pilar Alonso Saiz, quien entregó su vida al cuidado del hogar y los hijos. Efectuó sus estudios primarios en el Instituto Claret y los secundarios, en el Colegio de La Salle.

Posteriormente, ingresó a la sede valdiviana de la Universidad Técnica del Estado para cursar la carrera de técnico electricista; pero transcurridos dos años, la dejó. "La verdad es que me farreé los estudios. No le puse empeño y hasta anduve de enamorado; y como en aquel tiempo, si uno fallaba en un ramo de la especialidad no podía continuar la carrera, quedé en ese punto", recuerda.

¿Qué le dijeron sus padres?

-Bueno, mi papá me dijo: "Debes ponerte a trabajar". Volví a Temuco e hice un curso de secretariado con mención en contabilidad, en el Instituto Atenea. Esto fue el año 1969. Al año siguiente, me puse a trabajar en la cooperativa Ganacoop, donde trabajé dos años en el área de remates de feria de ganado.

¿Cuál era su función allí?

-Me tocaba salir a terreno, porque era uno de los que hacía las guías cuando los clientes hacían compras. Después, se juntaba esas guías para que el contador extendiera las facturas. Pero después me salió otra pega.

¿Dónde le tocó trabajar?

-En 1972 me fui a la forestal Pilpilco, en Curacautín. Ahí yo era el que liquidaba las maderas que se compraba: esa pega consistía en que el productor de madera traía una camionada y se tasaba la madera según la especie, pero el coigüe era la que más se vendía. Las cosas se hacían según poderes de compra del Estado.

Ahí estuve poco, porque me enfermé de tuberculosis.

¿Cómo se llegó a contraer esa enfermedad?

-Hicimos un mate y corrió por los colegas. Yo supe quién había transmitido los bacilos, porque andaba igualito que yo. Fuimos al hospital y nos diagnosticaron laringitis. Pero como a mí me gustaba mucho leer las Selecciones del Reader's Digest, me fijé en los síntomas y supe lo que tenía realmente. Saqué mis vacaciones el 9 de septiembre de 1973, llegué a Los Lagos el 10 y al ir al doctor, éste me dijo: "Esta cosa está mal, es TBC. Váyase al tiro a Valdivia a ver un tisiólogo". Y el 11 de septiembre estaba aquí haciéndome los exámenes. Me costó llegar, porque había toque de queda. Finalmente, me enviaron a San José de Maipo.

¿Cuánto tiempo estuvo internado allá?

-Diez meses estuve en el sanatorio Elba Guarategua Peña. Los primeros tres meses fue bien dura la situación, porque estaba como recluido: no podía salir ni tener contacto con nadie.

¿Volvió a sus labores una vez que salió del sanatorio?

-No, porque la empresa cerró; pero en el tiempo que estuve internado, me fue a visitar el jefe de mi papá y me dijo: "Mejórate. Cuando estés bien, te das un mes y yo tendré pega para ti en junio". Y así fue, porque trabajé entre 1974 y 1982 en la barraca de maderas Lacámara y Compañía, en Los Lagos.

Más tarde, en 1982 me fui a Maderas Llifén, en Futrono. Allí me dediqué ocho años a trabajar como comprador de maderas nativas para luego enviarlas a la casa matriz en Santiago. Después de algunos meses sin pega, estuve en el complejo turístico Bahía Coique (cuatro años) y luego en el predio Los Corrales, de los mismos dueños. Ahí aprendí lo que es el campo, porque era un predio lechero y hasta ese momento sólo sabía que las vacas tenían cuatro patas y daban leche. Dependía de mí que los animales comieran (había unas mil 200 vacas) y llegué a atender partos.

Finalmente, mi última labor fue como bodeguero para la empresa Bioleche Limitada, donde estuve doce años. Jubilé en agosto del año pasado y ahora me dedico a hacer lo que por mi pega no podía hacer.

"Cuando niño, mi papá me dijo: 'Aprende conmigo, porque algún día serás maderero como yo'. En ese momento, no le hice caso" "Como miembro de un club de pesca, me opongo a la Central San Pedro porque ello podría afectar la actividad"

José Antonio Sánchez Maderero jubilado

El descanso tras 43 años de trabajo

José Antonio Sánchez tuvo un cambio profundo tras 43 años de labores. "Después de irme definitivamente al retiro, sentí que la vida es encachada porque me puse a hacer cosas que mis pegas no me permitían", dice. Y entonces, retomó con brío su gran pasatiempo: la pesca. "En 2010 formamos el Club de Pesca y Caza Río San Pedro, con el que hacemos dos campeonatos anuales, bien bonitos, a nivel regional", precisa. Además, visita a menudo a sus hijos y disfruta su tiempo libre.

REPRESENTANTES DE LOS RÍOS PARTICIPARON EN SESIÓN DEL SENADO QUE APROBÓ EL PROYECTO DE INEMBARGABILIDAD DE BIENES

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La Comisión de Constitución del Senado aprobó la idea de legislar el proyecto de ley que establece la inembargabilidad de los bienes de los adultos mayores, que iniciará su segundo trámite en el Senado. En la sesión participaron diversas delegaciones, entre ellas la región de Los Ríos.

Allí intervino el presidente de la Unión Comunal de Adultos Mayores de Panguipulli, Israel Segura, quien expresó que "es fundamental que las autoridades se den cuenta de que los adultos mayores somos parte importante de la sociedad". Por su parte, su homóloga de Futrono, Isolde Muñoz, dijo: "Fue muy importante participar en esta sesión, ya que por fin los adultos mayores estamos llegando un poco más arriba".

También se manifestó la coordinadora regional del Senama, Rocío Araya: "Es muy importante que estos temas sean abordados en conjunto con los mayores. Somos una sociedad que va envejeciendo y tenemos que prepararnos para entregar las mejores condiciones a los adultos mayores".

Finalmente, el senador Alfonso de Urresti recordó que la casa será inembargable si su deudor tiene 60 años de edad y la vivienda está inscrita en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces a su nombre, con al menos 10 años de antigüedad. Además, se requiere que el avalúo fiscal del inmueble no supere las 5 mil unidades de fomento; que los ingresos del deudor propietario no excedan las 50 unidades tributarias mensuales; que la acción que origina el embargo no sea por causa de hipoteca; y que el deudor no dueño de otro bien raíz.