Bernardo Sánchez Martínez tiene 81 años de edad y en 1973 ingresó a Gendarmería de Chile, institución en la cual cumplió 30 años de servicio. Su esposa, Elsa Henríquez, con quien tuvo cuatro hijos- lo acompañó en toda su vida laboral y fue presidenta del grupo de mujeres de gendarmes "Luciérnagas de Chile", donde cumplió un activo rol social. Estuvieron casados durante muchos años y aunque don Bernardo ya no recuerda las fechas, el recuerdo que mantiene fresco en su memoria es que la conoció durante la premiación a la reina de Catrico.
¿En que momento decidió ingresar a Gendarmería?
-Un sargento me dijo 'mira Bernardo, para conocer la vida entra a Gendarmería. Ahí vas a conocer muchos problemas y vas a ver cómo se solucionan'. Y además me marcó a fuego la frase 'siempre actúa correctamente'. Yo tenía 21 años y uno va aprendiendo a lidiar con los reclusos, siempre siguiendo los buenos consejos que nos dieron en el camino.
¿Cual es el mejor recuerdo que tiene de su permanencia en Gendarmería?
-En 1973 pedí que los jóvenes que estaban procesados fueran llevados a Inacap, que en ese tiempo era estatal. Don Edgardo Pineda, que era presidente de la Corte de Apelaciones de Valdivia, me dijo que el riesgo era mucho, pero lo concedió porque yo hice la gestión. Con el favor de Dios, en dos años salieron 63 profesionales y solo uno reincidió. Recuerdo que un profesor de carpintería, Sebastián Gómez, les dijo que estaban en edad de tener hijos y no quería que sus hijos sean carne de presidio el día de mañana. 'Por lo tanto, no quiero que nadie se escape de aquí porque van a aprender una profesión' les dijo y se dirigió a mí, que estaba a cargo del grupo. 'Tú también vas a aprender y desde mañana vienes sin uniforme, para que el resto de los alumnos no se entere que sus pupilos están privados de libertad'. Cuando salieron de Inacap, los contrataron en el Serviu. Nuestra labor fue sacar gente de bien y me siento orgulloso de que los alcaides en esos tiempos hayan confiado en nosotros, para que nuestros internos surjan en la vida y salgan del círculo de la delincuencia. Y el recinto de Valdivia fue el primero en entregarles una profesión a sus internos, fuimos pioneros.
¿Que otras experiencias vivió dentro del recinto penitenciario?
-Se hacía como tradición el pan de Pascua. El señor obispo José Santos Ascarza nos regalaba los quintales de harina y manteca, para que los internos fabricaran el pan, pero cuando se comenzó a hacer la cárcel nueva, todas estas tradiciones se perdieron.
¿Como ve el sistema carcelario actualmente?
-Ahora hay más funcionarios, más reclusos y más problemas. No olvidemos que ahora los mayores problemas se derivan de las drogas. En nuestro tiempo siempre tratábamos de solucionar de mejor forma posible los problemas. Nosotros teníamos 380 reclusos en la Isla Teja. Ahora hay más de mil y los jefes y funcionarios están más abocados a temas administrativos, no como antes que compartíamos más y hacíamos obras sociales. Cambiaron los tiempos. Las cárceles deberían transformarse en centros de cooperación para el individuo. Así como los hospitales sanan al enfermo, las cárceles tienen que mejorar a las personas. También entiendo que hay seres humanos malos del alma, pero son muy pocos.
¿Que anécdotas recuerda?
-Fui jefe de la quinta comisión de traslado de reos y en ese tiempo, los trasladábamos en ferrocarriles. Pasó que en el camino fui a comer, mi amigo quedó a cargo, se le acercaron unas mujeres y le ofrecieron de comer. Cuando volví, estaba dormido. En eso, uno de los reos me pidió ir al baño. Lo acompañé y puse el pie en la puerta, como era la costumbre. En eso, me apuntó al pecho, me dijo que entregue las llaves y disparó. Alcancé a cerrar la puerta, le avisé al maquinista que detenga el tren en un ramal y comencé a llenar el baño con agua, a través de una compuerta. El reo nos suplicaba que lo dejáramos salir. Fue una tremenda lección.
"Teníamos 380 reclusos en la Isla Teja. Ahora hay más de mil y los jefes y funcionarios están más abocados a temas administrativos". "Yo tenía 21 años y uno va aprendiendo a lidiar con los reclusos, siempre siguiendo los buenos consejos que nos dieron en el camino".
Colonia veraniega
Bernardo Sánchez recordó que en 1971, Oscar Prochelle les regaló un terreno en Niebla, para habilitar una colonia veraniega. "Los funcionarios antiguos se pusieron con platita y una fábrica nos regaló puertas. Con esfuerzo y sacrificios terminamos. Pero, se perdió el certificado y el terreno hoy es de Bienes Nacionales. Los jubilados ahora nos reunimos en la ex cárcel de Isla Teja, pero nos duele por el esfuerzo y sacrificio que hicimos para tener algo propio. Me duele el corazón, porque nadie nos da una respuesta", indicó.