Nora Barría Del Río: "me gustaba ser profesora de escuela rural"
CLASES. Por más de cuarenta años, ejerció la labor de docente en las escuelas rurales de Trapi y Crucero, cerca de Río Bueno.
Nora Eliana Barría del Río, nació el 2 de mayo de 1944 en La Unión y se crió allí junto a sus siete hermanos hasta su sexto año de humanidades (cuarto medio actual), momento en el que postuló a la carrera en la que se desempeñó por más de 40 años: profesora normalista.
"Postulé a los 17 años a la Escuela Normal de Valdivia, porque desde chica me gustaba enseñar. Además tuve muy buenas profesoras. Siempre me destaqué como una de las mejores alumnas", dice.
Barría recuerda que "estudiábamos dos años, incluida la práctica, antes de salir a trabajar".
¿Qué materias tenían?
-Todo lo relacionado con el área de la educación, por ejemplo, planificación, administración, teoría de la educación, música, deporte.
¿Era muy difícil ingresar?
-Dábamos una prueba de selección, también nos hacían exámenes sicológicos y además pruebas de música.
¿Cuántas personas ingresaron en su generación?
-Unas 30 a 35 personas, pero no todas terminaban. Yo creo que era falta de interés, porque no era difícil estudiar ahí, había que ser constante.
¿Qué hizo después de egresar?
-Postulé a las direcciones provinciales de Educación, que eran los estamentos públicos que decidían dónde ibas a trabajar. A mí me asignaron la escuela rural de Trapi, donde hacía clases a alumnos de quinto y sexto básico. Se trabajaban los dos cursos en una misma sala.
Tiempo después me fui a Cocule, donde estuve veinte años y era unidocente, trabajaba con chicos de primero a sexto básico, donde hacía clases de todas las materias.
Y después terminé mi carrera profesional en la escuela rural de Crucero, donde estuve más de veinte años.
¿Cuál es la diferencia que ve usted entre las escuela rurales y las de la ciudad?
-Las rurales son mucho mejores, porque los niños son más respetuosos y uno como profesora puede moldearlos a su pinta. Uno los formaba con el hábito de las tareas y de respetar a los mayores.
Igualmente, yo pasé de una escuela relativamente pequeña a una bastante más grande, por lo que es importante darse el tiempo de demostrar lo aprendido y lo valioso que es uno como profesor, frente a los pares y a los jefes.
En la escuela de Crucero, me asignaron dos años seguidos un primer año básico. Nadie los quería tomar porque eran muy chiquititos.
El primer año que llegué, me dieron lo que botó la ola, pero trabajé y fui constante con ellos y la experiencia a uno le da la sabiduría para saber en qué fallan y qué hay que potenciar.
¿Después de hacerle clases a los alumnos desde primer año, no le daba un poco de pena dejarlos en sexto básico?
-Por supuesto, porque no los veíamos más. Algunos se iban a Río Bueno, otros a La Unión a otras escuelas.
¿Cómo era usted como profesora?
-Yo era de las antiguas, estrictas y derechas, pero con un cariño enorme por mis alumnos.
Eso es lo que me sorprende hasta el día de hoy, porque las profesoras tratan de mi amorcito, mi niñito a los alumnos y ellos se suben por el chorro y finalmente no hay un respeto por el profesor.
Yo me acuerdo que les daba alguna tarea a los niños, salía un momento y cuando regresaba, estaban todos callados haciéndolas. Ahora es imposible hacer eso.
¿Se ha encontrado con alguno después muchos años de egreso?
-Sí, con algunos ex alumnos y todos me saludan con cariño. Se recuerdan de muchas cosas de cuando yo les enseñaba.
¿Cuál cree usted que es la diferencia de las profesoras normalistas con las actuales?
-Yo creo que los colegas al estudiar en la universidad, sienten que tienen un estatus distinto a nosotros. A lo mejor piensan que son mejores. Quizás creen que nosotros al ser más viejos, no tenemos la misma metodología de trabajo y que ya no enseñamos bien, pero no tienen la misma experiencia de uno.
Además, nosotros enseñábamos a hacer cartas, cheques, facturas, hasta telegramas.
"Los profesores actuales yo creo que sienten que tienen un estatus distinto a nosotros. A lo mejor piensan que son mejores". "Las escuelas rurales son mucho mejores, porque los niños son más respetuosos y como profesora uno puede moldearlos".
Nora Barría del Río., Profesora normalista.
Muerte de su hijo, la pena más grande
Nora Barría se casó en 1968, a los 24 años, con Carlos Magno Vergara. "Mi matrimonio duró 43 años y enviudé hace casi cinco", recuerda. "Mi marido era agricultor y lo conocí cuando era profesora en Trapi. Tuvimos tres hijos, Carlos, Daniel y Paz, además de siete nietas y un bisnieto. De ese lado familiar la pena más grande que me queda es la muerte de mi hijo mayor, hace 23 años. Eso nunca se logra olvidar y lo voy a tener siempre presente ya que dejó a su señora sola con cuatro hijas", asegura.
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