El 18 de agosto de 1952 el Padre Alberto Hurtado partía a contemplar el rostro del Creador, dejando a miles de chilenos con una inmensa pena, pero a la vez con la alegría de comprobar que nuestra Patria había cambiado su forma de ver a los más humildes, a través de sus ojos y sus palabras. El Congreso Nacional en 1994, instaura el día de la Solidaridad el 18 de agosto de cada año.
Este 2016 el acento del Mes de la Solidaridad estará puesto en la patria, que está viviendo una profunda crisis de confianza, de legitimidad, de individualismo, de falta de referentes. Por lo tanto, "En el año de la Misericordia: 'Una nación más que la tierra, es una misión que cumplir'" es un lema que -recogiendo una frase del mismo sacerdote jesuita- nos lleva a ofrecer todos nuestros esfuerzos en bien de Chile.
Sin embargo, en agosto los católicos no solo recordamos al Padre Hurtado. El 15 de este mismo mes celebramos el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo, esperanza de que algún día estaremos también al lado del Padre.
María, la llena de gracia, la Inmaculada, fue la madre de Dios, el mayor milagro que podamos conocer. Pero su grandeza no consiste en su sola maternidad, sino en sus múltiples virtudes: su amor, su humildad, su pureza, su agradecimiento por todo lo que vivía, el reconocer al Hijo nacido de sus entrañas como fuente de toda felicidad. Su ser paciente y caritativa le otorgó el título de Madre de la Humanidad, entregado por el mismo Jesús en la cruz, al verla al lado del discípulo amado.
La entrega total de María -así como la de Alberto Hurtado- es la que esta Patria nuestra necesita.
Por eso, como dice la motivación de este Mes de la Solidaridad, "Invitamos a despertar el deseo de arriesgar, jugándonos por Chile, apostar por sus habitantes, por los más empobrecidos, al modo de San Alberto Hurtado que fue capaz de amar con grandeza y generosidad a Dios y a su Patria, dejando una marca profunda de la cual somos testigos y herederos hasta el día de hoy".
Ignacio Ducasse Obispo de Valdivia