"En la cocina encontré mi verdadera pasión", dice Ernestina del Carmen Morales Gutiérrez, nacida el 16 de octubre de 1943, en Panguipulli. Es la mayor de los 10 hijos del matrimonio de Segundo Morales y María Gutiérrez. "Aunque hasta cuando tuve 17 años más o menos, éramos las dos con mi hermana no más, los otros hermanos vinieron mucho después. Yo tengo una hermana que tiene la edad de mi hija", cuenta .
"Mi papá era trabajador forestal, cortaba y trozaba los troncos, y después tenía que transportarlos y entregarlos, pero no duraba mucho en los trabajos, porque se peleaba con los patrones, entonces decía 'tenemos que irnos mañana' así que agarrábamos las cosas y nos íbamos a otro campo", recuerda.
¿Su mamá era dueña de casa?
-Sí, en esa época no se podía ser otra cosa si uno era mujer. Ella se dedicó a sus hijos y a su marido. A tener todo ordenado.
Y usted, ¿fue al colegio?
-Como íbamos de campo en campo, a veces asistíamos a la escuela, pero como estudios formales sólo tengo hasta segundo básico, después de eso he ido aprendiendo en la vida. Me acuerdo que la escuela a la que fui, quedaba muy lejos, nos salíamos a las 7 de la mañana y llegábamos pasadas las 5 de la tarde.
¿Nunca quiso terminar los estudios?
-En mi familia no se estilaba eso de que las mujeres fuéramos al colegio y estudiáramos.
Recuerdo que cuando tenía como 15 años, los patrones de mi papá de ese entonces, cerca de Temuco, le pidieron que yo fuera a trabajar con ellos por el verano. Cuando terminó y ellos debían regresar a Temuco, le pidieron a mi papá que me diera permiso para irme con ellos, para que yo estudiara y trabajara allá. Mi papá por supuesto, no me dejó ir.
No es como ahora, en la que a los papás les importa mucho la educación de sus hijos y les entregan todo lo necesario. Siempre les digo a mis nietas que estudien para que sean alguien en la vida.
¿Cómo llegó a Valdivia?
-Cuando tenía 17 años, yo vivía en Loncoche. Estaba trabajando de empleada y dije que no aguantaba más y me vine a vivir a Valdivia.
¿Cómo fue el cambio?
-Trabajé mucho tiempo de empleada de casa doméstica, puertas adentro, hasta que conocí al papá de mis hijas. Él era mucho mayor que yo y nunca nos casamos, pero estuvimos juntos cerca de 15 años, hasta que se fue y me dejó con las dos niñas. La menor tenía 11 años más o menos.
¿Tuvo que comenzar todo de nuevo?
-Sí, en un principio me costó mucho, pero salí adelante. Una amiga me llevó a la Protectora de Comercio, donde trabajé como cuatro años. Primero me mandaron a lavar la loza, después de eso, me cambiaron a la cocina a limpiar mariscos y finalmente como ayudanta de la jefa de cocina y ahí aprendí a cocinar y nunca más quise trabajar en otra cosa que no sea la cocina. Descubrí mi pasión y no la solté.
Después, me fui a un restaurante que se llama 'Comedores Alondra', que está cerca del Mercado de Valdivia, y trabajé por 15 años ahí. De hecho, me jubilé en ese local.
¿Ahí aprendió a hacer muchas preparaciones?
-Claro, pailas marinas, pescado frito, empanadas, chupe de jaibas, entre muchos otros platos.
¿Le gusta preparar más cosas saladas o dulces?
-Salado sin lugar a dudas. Me alegra mucho ver que las personas disfruten lo que yo preparo, porque lo hago con cariño y con alegría.
¿Qué diría usted de su vida?
-Que tengo 73 años, dos hijas, cuatro nietos y tres bisnietos, pero me siento joven. Nunca pensé que iba a llegar a tener esta edad y aún tengo muchas ganas de hacer cosas en la vida.
"Me encanta que las personas disfruten de mis preparaciones. Uno termina muy cansada, pero le alegra la vida"."
Su emprendimiento
Productos La Nonita, así se llama el emprendimiento de Ernestina Morales. Actualmente vende empanadas y mermeladas de mosqueta, mora, murta, pero quiere expandir su negocio. "Por el momento estoy en la feria de las Pulgas VIP y en mi casa vendiendo, pero quiero hacerme un Facebook, para poder ofrecer mis preparaciones a pedido, para así poder tener mayor clientela. Eso sí, tengo que aprender de estas cosas tecnológicas y poder trabajar en esto sin pedir de tanta ayuda", dice.